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El arbustismo se propone, en un sentido amplio, ahondar en la búsqueda de todos los principios y los parámetros de las ciencias humanas en general y del arte en particular. Su fundamento y fin está en el rechazo a toda idealización presentada como verdad absoluta, sin respaldo alguno en los hechos, sujetos y objetos del mundo tangible. Creemos, con Jaureche, que así nacen las zonceras de los hombres. Es por eso que consideramos que la única verdad es la realidad y la única realidad es lo que nos pasa. Ilustraremos a continuación la falacia y el peligro que implica el determinismo de las idealizaciones, vale decir en criollo: los prejuicios.
Reglas y principios
Tomemos la definición que Maquiavelo nos da de la política: "La política es el arte de lo posible". Esto significa que, si la filosofía rige el mundo de las ideas, la política rige el mundo de las acciones. Por otra parte, en su célebre "Conducción política", el General Perón se adhiere esta definición y la desarrolla mínimamente diferenciando el arte de la ciencia. El argumento se sostiene en que ésta se rige por reglas (o leyes) y aquella por principios. A saber:
Las reglas tienen la forma de si se da "A" se dará "B", al modo de la deducción lógica. Un buen ejemplo de regla es el clásico argumento según el cual "Todos los hombres son mortales y Sócrates es hombre, por lo que Sócrates es mortal". Dadas las condiciones de que en verdad todos los hombres sean mortales y de que Sócrates sea hombre, la única conclusión posible será que Sócrates sea mortal. Otros ejemplos claros e ilustrativos al respecto son las fórmulas matemáticas del tipo 2+2=4.
Aplicar reglas de este tipo al arte nos llevaría a pensar lo siguiente: Duchamp presentó un mingitorio en un museo; con eso logró el efecto de escandalizar a la crítica; esto le permitió adquirir cierta fama; por lo tanto, a nosotros nos alcanza con presentar mingitorios en museos para estar a la altura de Duchamp.
La realidad nos ha demostrado la falsedad de este rezonamiento. En consecuencia, no podemos pensar que en el arte dos causas (actos o artefactos) iguales produzcan siempre idénticos efectos.
Todo fenómeno de la realidad está influido por un tercer factor: el contexto. Entendemos por "contexto" a una suma infinita de variables que pueden, sin embargo, ser jerarquizadas. Podemos señalar entre estas variables al tiempo, al espacio, a la sociedad, a la psicología, a los supuestos que entran en juego, al estado anímico, a los hechos, sujetos y objetos involucrados, etc.
Ilustremos su funcionamiento con un ejemplo sencillo. Si un señor está mirando la pared y le decimos que se haga a un lado, la respuesta que ese señor nos dé dependerá de que sea o no sordo, de la relación que nos una con él, del tono en que se lo digamos, de que esté interesado o no en obedecernos, etc. Sin embargo, podemos pensar que la variable de la sordera es más relevante que la de el tono de voz. Esto sucede porque la existencia de ésta última variable sólo es factible en función de la primera; a saber: que el señor pueda oírme. Si por el contrario, no percibe nuestra existencia el acto de habla quedará anulado por la variable de la percepción, parte del contexto "C".
De este modo, alcanzamos la fórmula que concierne a los principios: si de da "A", se dará "B" si y sólo si "A"se da en contexto "C". Dicho de modo más sencillo, a una causa le corresponde un efecto si y sólo si esa causa se produce en una situación determinada.
Aunque, según vimos en el ejemplo del señor mirando a la pared, podemos pensar que los principios son los focos principales de un complejo sistemas de reglas infinitas. En este sentido, el efecto (la perlocución) que produzcan nuestras obras de arte, en general, estará regido fatalmente por la causa (la presentación de la obra y la fuerza con que se la presente) en un contexto determinado. Mientras mayor sea el conocimiento de ese contexto, mayor será nuestro dominio sobre sus efectos. Sobre el final del manifiesto, expondremos cuales son los efectos que el arbustismo se propone producir.
Crítica a la censura en el arte
Es en este sentido que los argumentos del post-estructuralista Roland Barthes en torno a la muerte del autor, según el cual el texto tiene un valor independiente a su contexto y sobre todo a la biografía autoral, resulta, en el mejor de los casos, falaz y, en el peor, apocalíptico. En primer lugar, esta teoría excluye toda intención o fuerza con la que el autor haya construido su obra (hecho éste que borra, por ejemplo, la huella de la ironía, que sólo es reconocible a partir del conocimiento de los supuestos ideológicos del autor). En segundo lugar, anula todo tipo de comunicación humana entre el autor y el lector, ya que convierte al texto en una mera máquina que proyecta en el lector su infinitud de significados con que éste re-escribe el texto a su gusto. Esto supone la concepción de un texto como una bolsa de ladrillos con la que los lectores pueden construir lo que quieran (a sola condición de que los usen todos: ni uno más, ni uno menos). La idea de rastrear evidencias textuales nos suena adecuada para el relato policial, pero no para un texto simbolista (en el sentido de Jung).
Pensemos en "La Margarita", el poemario de sonetos de Mauricio Rosencof. Allí se narran las distintas etapas de una historia de amor de barrio bastante rosa, con final feliz y todo. A partir de esta lúdica teoría, bien podríamos decir que dicho poemario no es más que una muestra de un coloquialismo trillado y cursi. A su vez, por haber sido escrito en los tiempos donde gobernaba el último golpe militar uruguayo, podemos pensar que se trata de una literatura neutral y, por lo tanto, oficialista. Sería oficialista, al menos implícitamente, ya que como dice el dicho: "quien calla otorga". Sin embargo, la mayor fuerza del texto radica en saber que Rosencof escribió esos versos bajo constante peligro de fusilamiento en una fosa donde el Estado de excepción lo tenía recluido por ser uno de los líderes del movimiento de liberación Tupamaro.
Es en este sentido que creemos que un texto aislado de su contexto se reduce a una cantidad determinada de gramos de papel y otros tantos mililitros de tinta. Por eso pensamos que cualquier elemento que incida en nuestra lectura (incluyendo la vida del autor, su ideología y sus intenciones, el momento histórico en que fue escrito, su lugar geográfico, etc.) forman parte del texto. Porque, como dijimos, el texto y el contexto son dos planos indivisibles de una misma cosa: la comunicación humana por medio del arte.
La incidencia en la vida de la censura en el arte
Como ya se habrá sospechado, no nos proponemos prohibir una lectura barthesiana. Nuestra disquisición apunta a que esa lectura no sea concedida como la única posible. Creemos que esa es la zoncera madre de la crítica argentina y sus consecuencias lo demuestran. Pensemos un poco. En un mundo donde la alienación, la incomunicación y, en síntesis, la deshumanización son moneda corriente, el arte se presenta como el único escape posible hacia la calidez humana, hacia el compañerismo emocional y hacia la liberación de los hombres. En síntesis, creemos que imponer, hoy en día, estas restricciones no favorece en absoluto la instauración del mundo con que soñaba aquella querida generación del año 1968, sueño en el que aún creemos nosotros.
Nuestro problema
Nuestro problema no es que la gente haga lo que hace. Nuestro problema es que lo haga sin una constelación de razón, libertad y voluntad. En cualquier acto que emprendemos siempre faltan cinco para el peso. Hoy en día, los hombres son llevados y traídos como ganado por todo el mapa. Y lo más triste es que no hay, ni siquiera, un lugar a dónde huir. Miremos alrededor: este lugar es del señor Duhalde y ni se te ocurra tocarlo, aquel es del "compañero" Moyano, ese otro de Míster Benetton. Y para colmo, Míster Benetton nunca puede atender porque está durmiendo la siesta. Parecería que ya ni el mar nos pertenece (y ni hablemos de los mismos desheredados de siempre, que no tienen ni donde caerse muertos, los pobres). Y ya casi no existe lugar en el mundo en donde se pueda respirar en paz.
Ahora podés decir (casi) cualquier cosa sin que te fusilen: eso es lo bueno. Pero si decís determinadas cosas te echan del trabajo. Si le leemos un insulto a una señorona nos dice que somos degenerados. Si le decimos al jefe que es un explotador (lo cual suele ser cierto), nos despide. Si le decimos a una mina que nos gusta, somos unos babosos y pajeros, etc. No nos matan, nos echan del sistema. Pero si el planeta entero es el sistema y nos echan del sistema, ergo nos echan del planeta. Sin embargo como el sistema es comprensivo y sabe que con la crisis no te podés comprar en un cohete interplanetario, te deja que te mueras de hambre en una vereda, a sola condición de que no molestés mucho. Y el sistema te vigila. Es así que de entre todas las atrocidades del golpe del '76 en la Argentina, queremos destacar algunas ventajas:
a) En el '76 te mataban de un modo tan cruel que la gente te lloraba. Ahora nos morimos de un modo tan cruel que, entre eso y el trabajo, no tenemos tiempo ni de llorarnos nosotros mismos.
b) En el '76 el clima de violencia sistemática generaba una mayor conciencia de la precariedad de la vida, por lo que ésta gozaba de una mayor valoración.
c) Había un motivo por el cual vivir y morir. Las cosas tenían sentido. La gente hacía lo que hacía por ideas firmes y puras, aunque eso les costase -como de hecho les costó a muchos- la desaparición.
d) La Argentina era una palabra viva que las personas se disputaban, después de la caída del golpe la palabra se murió y ahora cierta aguilucha norteña está comiendo su carroña.
Pero no se asusten. Todavía hay libertad de expresión. Se puede hablar, pero -y en esto se es irreductible- no decir. Esa es la idea. Los únicos que pueden decir y repetir falacias e idioteces son los empresarios con opinión pública (siempre en favor de sus empresas) que se disfrazan de periodistas. O los que, con auténtica buena voluntad, le dan muchos rodeos a la cosa. El rodeo es el imperativo del sistema "light". Es es la única forma de no quedar como idealistas pelotudos y anacrónicos como nosotros. Aún hoy Perón es un incomprendido, pero no un incomprendido más.
Propuesta del arbustismo
La filiación política partidaria no nos importa en lo más mínimo; la consideramos superflua y estúpida. Lo que nosotros nos proponemos es deconstruir este mundo ajeno y despiadado en el que nos ha tocado nacer y es mediante el arte que nos lo proponemos llevarlo a cabo. Acá estamos, compañeros, con los fantasmas del pasado a nuestras espaldas. Delante nuestro un espectro aun más tenebroso, un espectro al que ni las bales pueden matar.
Detrás de nosotros también hay muertos que con sus hechos nos enseñan el camino. También hay personas que nos apoyan en la lucha. Ellos son nuestros aliados y es a ellos con quienes debemos sumarnos y encontrarnos para construir desde la acción. Hay también muchos otros (millones, por cierto) que estaría dispuestos a apoyarnos. Estos últimos son a quienes debemos dirigirnos. Sólo debemos mostrarles el mundo en el que viven. Insistimos en que no nos une ni un partido ni una nación, sino un mismo sentimiento visceral de repulsión a esta farsa libertina que algunos llaman "neoliberalismo".
Para hacerlo hay que hacer un verso que duela cuando tenga que doler, que sangre cuando sea mal herido, que lata donde tenga que latir, que rime con el pueblo y su inocencia. La libertad del pueblo será nuestra consigna. Su desarrollo intelectual, nuestra más preciada arma. Los últimos rescoldos de humanismo serán, por fin, nuestra punto de partida. Porque creemos firmemente que el hombre puede ser y hacer cualquier cosa que otro haya sido o hecho antes. Y ha habido muchos hombres que han hecho muchas cosas. Basta leer el libro "Los libertadores" del Canto general de Pablo Neruda para entenderlo. Mientras exista el hombre existirá la lucha. Por eso decimos con Andrés Rivera: "la revolución es un sueño eterno" y, como todo sueño, es más real incluso que nuestra fe y nuestras decepciones. El arte sólo es arte si es acción y la acción es nuestra única esperanza.
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El arbustismo se propone, en un sentido amplio, ahondar en la búsqueda de todos los principios y los parámetros de las ciencias humanas en general y del arte en particular. Su fundamento y fin está en el rechazo a toda idealización presentada como verdad absoluta, sin respaldo alguno en los hechos, sujetos y objetos del mundo tangible. Creemos, con Jaureche, que así nacen las zonceras de los hombres. Es por eso que consideramos que la única verdad es la realidad y la única realidad es lo que nos pasa. Ilustraremos a continuación la falacia y el peligro que implica el determinismo de las idealizaciones, vale decir en criollo: los prejuicios.
Reglas y principios
Tomemos la definición que Maquiavelo nos da de la política: "La política es el arte de lo posible". Esto significa que, si la filosofía rige el mundo de las ideas, la política rige el mundo de las acciones. Por otra parte, en su célebre "Conducción política", el General Perón se adhiere esta definición y la desarrolla mínimamente diferenciando el arte de la ciencia. El argumento se sostiene en que ésta se rige por reglas (o leyes) y aquella por principios. A saber:
Las reglas tienen la forma de si se da "A" se dará "B", al modo de la deducción lógica. Un buen ejemplo de regla es el clásico argumento según el cual "Todos los hombres son mortales y Sócrates es hombre, por lo que Sócrates es mortal". Dadas las condiciones de que en verdad todos los hombres sean mortales y de que Sócrates sea hombre, la única conclusión posible será que Sócrates sea mortal. Otros ejemplos claros e ilustrativos al respecto son las fórmulas matemáticas del tipo 2+2=4.
Aplicar reglas de este tipo al arte nos llevaría a pensar lo siguiente: Duchamp presentó un mingitorio en un museo; con eso logró el efecto de escandalizar a la crítica; esto le permitió adquirir cierta fama; por lo tanto, a nosotros nos alcanza con presentar mingitorios en museos para estar a la altura de Duchamp.
La realidad nos ha demostrado la falsedad de este rezonamiento. En consecuencia, no podemos pensar que en el arte dos causas (actos o artefactos) iguales produzcan siempre idénticos efectos.
Todo fenómeno de la realidad está influido por un tercer factor: el contexto. Entendemos por "contexto" a una suma infinita de variables que pueden, sin embargo, ser jerarquizadas. Podemos señalar entre estas variables al tiempo, al espacio, a la sociedad, a la psicología, a los supuestos que entran en juego, al estado anímico, a los hechos, sujetos y objetos involucrados, etc.
Ilustremos su funcionamiento con un ejemplo sencillo. Si un señor está mirando la pared y le decimos que se haga a un lado, la respuesta que ese señor nos dé dependerá de que sea o no sordo, de la relación que nos una con él, del tono en que se lo digamos, de que esté interesado o no en obedecernos, etc. Sin embargo, podemos pensar que la variable de la sordera es más relevante que la de el tono de voz. Esto sucede porque la existencia de ésta última variable sólo es factible en función de la primera; a saber: que el señor pueda oírme. Si por el contrario, no percibe nuestra existencia el acto de habla quedará anulado por la variable de la percepción, parte del contexto "C".
De este modo, alcanzamos la fórmula que concierne a los principios: si de da "A", se dará "B" si y sólo si "A"se da en contexto "C". Dicho de modo más sencillo, a una causa le corresponde un efecto si y sólo si esa causa se produce en una situación determinada.
Aunque, según vimos en el ejemplo del señor mirando a la pared, podemos pensar que los principios son los focos principales de un complejo sistemas de reglas infinitas. En este sentido, el efecto (la perlocución) que produzcan nuestras obras de arte, en general, estará regido fatalmente por la causa (la presentación de la obra y la fuerza con que se la presente) en un contexto determinado. Mientras mayor sea el conocimiento de ese contexto, mayor será nuestro dominio sobre sus efectos. Sobre el final del manifiesto, expondremos cuales son los efectos que el arbustismo se propone producir.
Crítica a la censura en el arte
Es en este sentido que los argumentos del post-estructuralista Roland Barthes en torno a la muerte del autor, según el cual el texto tiene un valor independiente a su contexto y sobre todo a la biografía autoral, resulta, en el mejor de los casos, falaz y, en el peor, apocalíptico. En primer lugar, esta teoría excluye toda intención o fuerza con la que el autor haya construido su obra (hecho éste que borra, por ejemplo, la huella de la ironía, que sólo es reconocible a partir del conocimiento de los supuestos ideológicos del autor). En segundo lugar, anula todo tipo de comunicación humana entre el autor y el lector, ya que convierte al texto en una mera máquina que proyecta en el lector su infinitud de significados con que éste re-escribe el texto a su gusto. Esto supone la concepción de un texto como una bolsa de ladrillos con la que los lectores pueden construir lo que quieran (a sola condición de que los usen todos: ni uno más, ni uno menos). La idea de rastrear evidencias textuales nos suena adecuada para el relato policial, pero no para un texto simbolista (en el sentido de Jung).
Pensemos en "La Margarita", el poemario de sonetos de Mauricio Rosencof. Allí se narran las distintas etapas de una historia de amor de barrio bastante rosa, con final feliz y todo. A partir de esta lúdica teoría, bien podríamos decir que dicho poemario no es más que una muestra de un coloquialismo trillado y cursi. A su vez, por haber sido escrito en los tiempos donde gobernaba el último golpe militar uruguayo, podemos pensar que se trata de una literatura neutral y, por lo tanto, oficialista. Sería oficialista, al menos implícitamente, ya que como dice el dicho: "quien calla otorga". Sin embargo, la mayor fuerza del texto radica en saber que Rosencof escribió esos versos bajo constante peligro de fusilamiento en una fosa donde el Estado de excepción lo tenía recluido por ser uno de los líderes del movimiento de liberación Tupamaro.
Es en este sentido que creemos que un texto aislado de su contexto se reduce a una cantidad determinada de gramos de papel y otros tantos mililitros de tinta. Por eso pensamos que cualquier elemento que incida en nuestra lectura (incluyendo la vida del autor, su ideología y sus intenciones, el momento histórico en que fue escrito, su lugar geográfico, etc.) forman parte del texto. Porque, como dijimos, el texto y el contexto son dos planos indivisibles de una misma cosa: la comunicación humana por medio del arte.
La incidencia en la vida de la censura en el arte
Como ya se habrá sospechado, no nos proponemos prohibir una lectura barthesiana. Nuestra disquisición apunta a que esa lectura no sea concedida como la única posible. Creemos que esa es la zoncera madre de la crítica argentina y sus consecuencias lo demuestran. Pensemos un poco. En un mundo donde la alienación, la incomunicación y, en síntesis, la deshumanización son moneda corriente, el arte se presenta como el único escape posible hacia la calidez humana, hacia el compañerismo emocional y hacia la liberación de los hombres. En síntesis, creemos que imponer, hoy en día, estas restricciones no favorece en absoluto la instauración del mundo con que soñaba aquella querida generación del año 1968, sueño en el que aún creemos nosotros.
Nuestro problema
Nuestro problema no es que la gente haga lo que hace. Nuestro problema es que lo haga sin una constelación de razón, libertad y voluntad. En cualquier acto que emprendemos siempre faltan cinco para el peso. Hoy en día, los hombres son llevados y traídos como ganado por todo el mapa. Y lo más triste es que no hay, ni siquiera, un lugar a dónde huir. Miremos alrededor: este lugar es del señor Duhalde y ni se te ocurra tocarlo, aquel es del "compañero" Moyano, ese otro de Míster Benetton. Y para colmo, Míster Benetton nunca puede atender porque está durmiendo la siesta. Parecería que ya ni el mar nos pertenece (y ni hablemos de los mismos desheredados de siempre, que no tienen ni donde caerse muertos, los pobres). Y ya casi no existe lugar en el mundo en donde se pueda respirar en paz.
Ahora podés decir (casi) cualquier cosa sin que te fusilen: eso es lo bueno. Pero si decís determinadas cosas te echan del trabajo. Si le leemos un insulto a una señorona nos dice que somos degenerados. Si le decimos al jefe que es un explotador (lo cual suele ser cierto), nos despide. Si le decimos a una mina que nos gusta, somos unos babosos y pajeros, etc. No nos matan, nos echan del sistema. Pero si el planeta entero es el sistema y nos echan del sistema, ergo nos echan del planeta. Sin embargo como el sistema es comprensivo y sabe que con la crisis no te podés comprar en un cohete interplanetario, te deja que te mueras de hambre en una vereda, a sola condición de que no molestés mucho. Y el sistema te vigila. Es así que de entre todas las atrocidades del golpe del '76 en la Argentina, queremos destacar algunas ventajas:
a) En el '76 te mataban de un modo tan cruel que la gente te lloraba. Ahora nos morimos de un modo tan cruel que, entre eso y el trabajo, no tenemos tiempo ni de llorarnos nosotros mismos.
b) En el '76 el clima de violencia sistemática generaba una mayor conciencia de la precariedad de la vida, por lo que ésta gozaba de una mayor valoración.
c) Había un motivo por el cual vivir y morir. Las cosas tenían sentido. La gente hacía lo que hacía por ideas firmes y puras, aunque eso les costase -como de hecho les costó a muchos- la desaparición.
d) La Argentina era una palabra viva que las personas se disputaban, después de la caída del golpe la palabra se murió y ahora cierta aguilucha norteña está comiendo su carroña.
Pero no se asusten. Todavía hay libertad de expresión. Se puede hablar, pero -y en esto se es irreductible- no decir. Esa es la idea. Los únicos que pueden decir y repetir falacias e idioteces son los empresarios con opinión pública (siempre en favor de sus empresas) que se disfrazan de periodistas. O los que, con auténtica buena voluntad, le dan muchos rodeos a la cosa. El rodeo es el imperativo del sistema "light". Es es la única forma de no quedar como idealistas pelotudos y anacrónicos como nosotros. Aún hoy Perón es un incomprendido, pero no un incomprendido más.
Propuesta del arbustismo
La filiación política partidaria no nos importa en lo más mínimo; la consideramos superflua y estúpida. Lo que nosotros nos proponemos es deconstruir este mundo ajeno y despiadado en el que nos ha tocado nacer y es mediante el arte que nos lo proponemos llevarlo a cabo. Acá estamos, compañeros, con los fantasmas del pasado a nuestras espaldas. Delante nuestro un espectro aun más tenebroso, un espectro al que ni las bales pueden matar.
Detrás de nosotros también hay muertos que con sus hechos nos enseñan el camino. También hay personas que nos apoyan en la lucha. Ellos son nuestros aliados y es a ellos con quienes debemos sumarnos y encontrarnos para construir desde la acción. Hay también muchos otros (millones, por cierto) que estaría dispuestos a apoyarnos. Estos últimos son a quienes debemos dirigirnos. Sólo debemos mostrarles el mundo en el que viven. Insistimos en que no nos une ni un partido ni una nación, sino un mismo sentimiento visceral de repulsión a esta farsa libertina que algunos llaman "neoliberalismo".
Para hacerlo hay que hacer un verso que duela cuando tenga que doler, que sangre cuando sea mal herido, que lata donde tenga que latir, que rime con el pueblo y su inocencia. La libertad del pueblo será nuestra consigna. Su desarrollo intelectual, nuestra más preciada arma. Los últimos rescoldos de humanismo serán, por fin, nuestra punto de partida. Porque creemos firmemente que el hombre puede ser y hacer cualquier cosa que otro haya sido o hecho antes. Y ha habido muchos hombres que han hecho muchas cosas. Basta leer el libro "Los libertadores" del Canto general de Pablo Neruda para entenderlo. Mientras exista el hombre existirá la lucha. Por eso decimos con Andrés Rivera: "la revolución es un sueño eterno" y, como todo sueño, es más real incluso que nuestra fe y nuestras decepciones. El arte sólo es arte si es acción y la acción es nuestra única esperanza.
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muy buena la página y el comentario, excelente
ResponderEliminarMe gusta la forma en que el Manifiesto Arbustista se plantea las cosas... es bueno saber que todavía haya gente que se interese tanto por estas cuestiones, y soy uno más.
ResponderEliminarexelente la página, amigos.
Soy Nahuel Gibert, entrerriano.
yoanonimo_13@hotmail.com