No es casual que la primera de la serie de acciones que culminaron con la huida a Miami del genocida nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, exitoso Herodes tropical de los 70’ (“Es un hijo de…, pero es nuestro” _Decía el Imperio sobre él), fue llamada por sus actores populares: “Y se rompió el silencio”.
El pensamiento maya es más dialéctico y ecológico que el cultivado en nuestras instituciones, y plantea en la base fundamentos más antagónicos: NO acción (silencio) vs. Acción. Lo determinante es la acción (La muerte es vida mientras es acción; y la vida puede ser muerte, sin acción. El desorden puede ser orden si hay acción. La “barbarie” puede ser “civilización” por su movimiento. Estar lejos, en la acción, puede ser cercanía; y estar cerca sin acción, es alejarse. Estar solo, en acción, es acompañarse; y estar acompañado sin acción es estar solo). Una vez iniciada la acción todo se vuelve parte de una misma dialéctica (vida, muerte, vida; liberación, explotación, liberación). Es un pensamiento que señala como fundacional la antinomia, entre la violencia del NO cambio (el silencio) vs. la violencia por el cambio, más allá de las posibles polarizaciones propias del contexto social.
Decir “otro pensamiento”, es como decir “otra realidad”. Las realidades humanas. Las realidades en construcción permanente por cada ser humano.
La hermana trajo a Juan para que lo curaran de un desorden “preocupante” de conducta. Cuando veía venir una persona por la vereda, Juan trataba de esconderse, o se bajaba a la calle. Cuántos fantasmas estaría proyectando Juan en cada una de esas personas que le llegaban de frente. Y, fantasmas que existen, que son reales, mientras haya quien los viva. Estaban en las miradas suspicaces de Juan, en su disimulo por sustraer el cuerpo, en sus soliloquios, en sus continuas “salvadas”. Ese era el pensamiento de Juan. Esa era su realidad. Realidad relativa, realidad dialéctica, llena de fantasmas, y con su Bestiario a cuestas. Una realidad propia; como la de todos, con la única diferencia de no poder regresar “al patio de los espejos” de las realidades transaccionables de los demás, al incesante tiangue o mercado de realidades producidas por cada humano como tal. Realidad sin mercado, la de Juan. Otra forma de lucha, absolutizada, la de Juan, contra los fantasmas de la realidad humana.
Acaso es posible crear obras como El Grito, de Munch, o pintar el Cronos devorador filicida, de Goya, sin viajar a esa realidad oculta. Además del talento, o mejor, como parte de su talento, los artistas realizan continuos viajes, pero de ida y vuelta. Imitando monotemáticamente a tantos shamanes; cuando en un principio eran la misma cosa. Las primeras obras artísticas fueron traídas de esos mundos sin lógica, mundos de la locura, a las paredes de las cavernas más sagradas con la finalidad de influir sobre el mundo comunicable, transaccional. Fueron arte a partir del momento en que la gente vió en ellas, por primera vez con sus ojos, fantasmas que antes vivía desde su intuición.
En múltiples lugares de la geografía maya – nahuatl aflora el mito del no retorno. Hechos antropológicos del ancestral saber popular, que podemos considerar como un reconocimiento elocuente, muchas veces poético, de esos otros mundos habitados por mentes humanas.
_”Si te metés al Cosigüina (cráter con vegetación, en la península homónima, de Nicaragua), dicen que hay unas manzanas cholas, pero con que te comás una, ya no podés volver”.
_”Si te juega la Cigüanaba (mujer que aparece de noche en los riachos de montaña), quedás perdido”.
También en los mitos “universales”, como la huida de la morada del ogro después de rescatar algo o alguien entrañable, mucho más dramática, conmocionante y azarosa que el arribo, hay un inmensa representación, psicoelaboradora, de la angustia por el posible No retorno.
Un pensamiento más afín a la idea del movimiento de las identidades, que a la de los estados y verdades absolutas, es lo que nos ofrece y, al mismo tiempo, nos reclama el trabajo de atención a las personas con trastornos psíquicos. Nos estimula a revolucionar nuestro pensamiento fecundándolo con los aportes de formas de estar en el mundo diferentes a la nuestra, y constructoras de sus saberes.
Otro pensamiento… el cual no encuentra sus fuentes en los escritorios de “iluminados”, sino en la lucha de los pueblos por ser felices cada día. La atención de salud mental además de medicinas costosas, técnicas psicoterapéuticas múltiples, prácticas de enriquecimiento relacional, y trabajar con la propia cultura e identidad, demanda de otro pensamiento. Necesitamos “romper el silencio” con otro pensamiento, suficientemente “loco” como para hacernos atender y también vivir la salud mental desde la psicodiversidad. Y nos lleve a entenderla por momentos siendo buenos shamanes.
Enero, 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario