El 2007 ha sido pródigo en resonancias sobre el beneficio, para la salud mental, de las actividades artísticas. Desde el Ministro de Salud de la Nación, pasando por figuras internacionales presentes en el país, la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud, hasta las autoridades correspondientes de Salud y de Cultura de la Provincia de Buenos Aires. Todos han señalado con mucha propiedad el aporte de las actividades culturales y artísticas en la evolución de los procesos psicoterapéuticos.
Por fin, la inclusión de actividades artísticas transectorialmente concebidas, como parte de las acciones terapéuticas, monopolizadas hasta ahora por el sector salud, dejó de ser una “locurita” de algunos entusiastas. Se ha perfilado un horizonte de valores donde hablar de montar programas para la participación de personas con sufrimiento psíquico en talleres de teatro, música, artes plásticas, literatura, comunicación social, etc., es “políticamente correcto”.
En ese sentido queda abierto el desafío para hacerlo sistemáticamente. Organizar y desarrollar talleres para la integración de la producción cultural con los procesos de fortalecimiento emocional. Para lo cual conceptualmente se debe tomar en cuenta que:
Si se contribuye a desarrollar talento en las personas emocionalmente vulnerables y con psicodiversidad, la nueva aptitud para comunicar, a través del arte, con notable efecto terapéutico ¿no posibilitaría además la creación de auténticas obras de arte con un valor propio?
El Che dijo en una oportunidad: “Si el socialismo es una mejor forma de repartir bienes, ya no me interesa el socialismo”. Si la relación entre las actividades artístico culturales y la salud mental se limita a utilizarlas como cualquier otro recurso terapéutico, eso será sumamente valioso para la atención de la salud mental, como pudiera serlo la risperidona o el litio, pero no poseerán la proyección de potencialidades creativas y por el cambio que tendrían integrándolas en un contexto de psicodiversidad y participación comunitaria.
Siendo consecuentes con una ideología que identifique el sentido del esfuerzo cotidiano, en la transformación del ser humano, y en el desarrollo de la sociedad en su conjunto, deberíamos comprometernos con una práctica que nos lleve, más allá de apoyar al desvalido, a convertir este tejido de la psicodiversidad en una auténtica riqueza desnormatizadora de la cultura de la comunidad.
OBJETIVO: Promover la organización y desarrollo de talleres, en diversas áreas de la producción cultural, incluyendo en ellos personas con distinto tipo de vulnerabilidad psíquica, para que dicha condición se estimule dialécticamente con la empoderización del mensaje artístico, transformándose a lo largo de los procesos grupales comunitarios, en dinámicas que, más allá de su valor terapéutico, signifiquen un nuevo escenario para la creatividad artística, la ecología del poder en la sociedad, y el desarrollo humano.
Noviembre, 2007
Por fin, la inclusión de actividades artísticas transectorialmente concebidas, como parte de las acciones terapéuticas, monopolizadas hasta ahora por el sector salud, dejó de ser una “locurita” de algunos entusiastas. Se ha perfilado un horizonte de valores donde hablar de montar programas para la participación de personas con sufrimiento psíquico en talleres de teatro, música, artes plásticas, literatura, comunicación social, etc., es “políticamente correcto”.
En ese sentido queda abierto el desafío para hacerlo sistemáticamente. Organizar y desarrollar talleres para la integración de la producción cultural con los procesos de fortalecimiento emocional. Para lo cual conceptualmente se debe tomar en cuenta que:
- La salud mental se afecta y se desarrolla en la matriz del relacionamiento cultural entre las personas.
- No puede separarse el trabajo de salud mental con las prácticas vinculadas con el desarrollo de la identidad y de las relaciones sociales.
- El trabajo de salud mental necesita permanentemente incluirse en el contexto cultural.
- El confinamiento de la atención de salud mental al ámbito del sector salud predispone a la exclusión, estigmatización, a la generalización de medidas represivas, y a su naturalización posterior.
- El consumismo y el individualismo a ultranza dejan progresivamente desprovistas a las personas de recursos para proteger y desarrollar su salud mental.
- El sufrimiento psíquico, siendo factor de la producción de enfermedad, puede dinamizarse mediante los estímulos de prácticas culturales a una dialéctica de la creación cultural y artística que configure un amplio espectro de fenómenos terapéuticos.
- El talento artístico permite en forma inmediata esta transformación o metamorfosis del sufrimiento psíquico, o de diversas crisis o conflictos emocionales, en obras originales de genuinos valores artísticos, y por ende de movilización emocional hacia una ecología de la empoderización.
- Pero, sin depender necesariamente del talento artístico en cada persona, determinadas orgánicas, dinamismos y procesos de estimulación grupal sostenida posibilitan la producción cultural y artística, a la vez que impulsan el desarrollo de elementos centrales de la salud mental, como la identidad, el ejercicio de poder socio-relacional y el mejoramiento de la calidad de las relaciones sociales.
Si se contribuye a desarrollar talento en las personas emocionalmente vulnerables y con psicodiversidad, la nueva aptitud para comunicar, a través del arte, con notable efecto terapéutico ¿no posibilitaría además la creación de auténticas obras de arte con un valor propio?
El Che dijo en una oportunidad: “Si el socialismo es una mejor forma de repartir bienes, ya no me interesa el socialismo”. Si la relación entre las actividades artístico culturales y la salud mental se limita a utilizarlas como cualquier otro recurso terapéutico, eso será sumamente valioso para la atención de la salud mental, como pudiera serlo la risperidona o el litio, pero no poseerán la proyección de potencialidades creativas y por el cambio que tendrían integrándolas en un contexto de psicodiversidad y participación comunitaria.
Siendo consecuentes con una ideología que identifique el sentido del esfuerzo cotidiano, en la transformación del ser humano, y en el desarrollo de la sociedad en su conjunto, deberíamos comprometernos con una práctica que nos lleve, más allá de apoyar al desvalido, a convertir este tejido de la psicodiversidad en una auténtica riqueza desnormatizadora de la cultura de la comunidad.
OBJETIVO: Promover la organización y desarrollo de talleres, en diversas áreas de la producción cultural, incluyendo en ellos personas con distinto tipo de vulnerabilidad psíquica, para que dicha condición se estimule dialécticamente con la empoderización del mensaje artístico, transformándose a lo largo de los procesos grupales comunitarios, en dinámicas que, más allá de su valor terapéutico, signifiquen un nuevo escenario para la creatividad artística, la ecología del poder en la sociedad, y el desarrollo humano.
Noviembre, 2007
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