martes, 20 de mayo de 2008

Cuando las personas se juntan… (Haciendo Salud Mental)

¿Cuántas veces las instituciones se arrogan y mistifican sobre un poder curativo, que en realidad no les es propio, ni les pertenece? Esta es una de las peores formas de alienación. De quitar consciencia. De quitar el carácter de sujeto terapéutico a la gente. De desposeerla en un sentido esencial.

Que las medicinas son útiles, y valiosísimas en muchos casos, está fuera de discusión. Y que muchas veces posibilitan ese pequeño movimiento que da margen a reiniciar el ejercicio de poder socio relacional, haciendo circular la afectividad entre seres humanos próximos, y asumiendo identidades siempre nuevas. Pero, precisamente funcionando como pequeños puntos de apoyo para esa acción terapéutica fundamental, puesta por la gente cuando se junta en una relación horizontal.

Pero lo que ve el “paciente”, lo que ven las familias y la gente, es que una institución lo está “curando”. En realidad, las instituciones usan, con mayor o menor capacidad ese poder de la gente cuando se junta. No se ve lo esencial, que es esa relación horizontal de integración, no el orden y limpieza en el edificio del Instituto tal, ni la sabiduría del Dr. Fulano, ni tampoco las agudezas de la Lic. Mengana.

La relación horizontal de las personas que se juntan va mucho más allá que la idea tecnogénica de armar “corralitos” de enfermos M, grupos de enfermos N, talleres para enfermos J. Separación uniformante y estereotipante que termina siendo una forma de No-inclusión, aunque sea hacia “arriba”.

En cambio, en esa potenciación de ejercicio de poder socio relacional, la psicodiversidad (no reunir uniformidades, sino juntar creativamente diversidades personales, independientemente de lo adaptativas al sistema socioeconómico que sean) enriquece y estimula la construcción de identidades.

En el fondo, el estado debería pagar, además de a los trabajadores de la salud mental, a la gente que participa en los dispositivos institucionales como recurso terapéutico fundamental e insustituible. ¿De qué valen 100 psicólogos y psiquiatras sin personas relacionándose entre sí?

A muchas personas les sirve asignar esa potencialidad terapéutica a la institución correspondiente, para así evitar cambiar. “Me someto a la institución (para que esté en orden la casa donde vivo)”. “Santa Institución, cúrenme (no quiero enfrentar a mi pareja)”. “Santa Institución, curen a mi hija (no quiero cambiar los mandatos familiares)”. “Santa Institución, cúrennos (no quiero enfrentarme a mí mismo)”. “Santa Institución trátenlos superespecializadamente (no toquemos sus relaciones)”.

Propongo integrar sistemáticamente los esfuerzos para luchar contra la alienación institucional de ese poder terapéutico del que son sujeto las personas. Para que las instituciones de salud mental realmente estén al servicio de la gente, primero deberían reconocer ese usufructo explícitamente, y definir su dependencia orgánica de ese poder y potencialidad, que, en realidad, es lo que le da más sentido humano y creatividad a su trabajo.

Julio, 2006

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