viernes, 19 de junio de 2009

Serenata de la muerte de Eva



Toquen suave, muchachos,
¡porque se siente enferma!
Tiene la frente pálida,
y hoy ha tenido fiebre.
Se desgajó en la lucha.
Miró al azul su flecha
y estuvo en la contienda
del amor, con su gente.
Toquen suave muchachos...
que esta noche la velan
con su oración de siglos,
con su oración de siempre,
los duendes de los sueños
que habitaron la tierra,
y hoy es noche en que todo
se ha llenado de duendes.

¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme,
se han callado los astros
y el reloj no nos miente:
las ocho y veinticinco
de la cita en horario,
la viajera ha venido,
la historia se detiene.

¡Toquen suave, muchachos!
La serenata tiembla
frente al balcón en alto
donde la hermana duerme.
Tiene un suspiro tenue
que se anuda en la trenza.
Le dice adiós un pájaro.
Juan la besa en la frente.
Toquen suave, muchachos,
que el silencio nos duela,
cómo duelen las cosas
que se van y no vuelven.
Pero Ella vuelve siempre,
y ha de volver inmensa
cuando Juan, una tarde de mayo,
nos regrese...

¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme.
Se han callado los astros.

La vida se detiene.

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