viernes, 19 de junio de 2009

1968



Aquel año mayo duró doce meses
tú y yo acabábamos de nacer
y un señor muy serio moría del disgusto
en la primera página del ABC,

los claveles mordían a los magistrados,
París era un barrio con acordeón,
Marx prohibió a sus hijos que llegaran tarde,
a la dulce hoguera de la insurrección,

la poesía salió a la calle,
reconocimos nuestros rostros,
supimos que todo es posible
en mil novecientos sesenta y ocho.

Jean Paul Sartre y Dylan cantaban a dúo,
jugaban al corro Lenin y Rambo,
los relojes marcaban cuarenta de fiebre,
se hablaba de sexo en la empresa Renault,

dos y dos ya nunca más sumaron cuatro,
sufrió mal de amores hasta de Gaulle
en medio de Praga crecían amapolas
como un reto rojo al gris hormigón,

la poesía salió a la calle,
reconocimos nuestros rostros,
supimos que todo es posible
en mil novecientos sesenta y ocho.

Pero no pudimos reinventar la historia,
mascaba la muerte chicle en el Vietnam,
pisaban los tanques las flores de Praga,
en México lindo tiraban a dar,

mientras Che cavaba su tumba en Bolivia,
cantaba Masiel en Eurovisión
y mi padre llegaba puntual al trabajo
con el cuello blanco y el traje marrón.

Si ahora encuentro aquel amigo
leo en el fondo de sus ojos
que ya se secaron las flores
de mil novecientos sesenta y ocho.

Los cuadros hicieron huelga en los museos,
París era rojo, San Francisco azul,
un vagabundo fue elegido alcalde,
y la Sorbona estaba en Catmandú.

"¡Sobreviva, imbécil! ¡Es el rock o la muerte!
Beba cocacola, cante esta canción
que la primavera va ha durar muy poco
que mañana es lunes y anoche llovió".

Si ahora encuentro aquel amigo
leo en el fondo de sus ojos
que ya se secaron las flores
de mil novecientos sesenta y ocho.

Saludos de payador a Doña Eva Perón



I

Con aires de payador
Entro en su casa, señora,
Con la guitarra cantora
Templada por mi fervor.
Cada clavija una flor
Y cada cuerda cantora
Una pulsación sonora
Que restalla con amor
Para vibrar en su honor,
Mi dignísima señora.

II

No se acostumbra actualmente
Este estilo de canción.
Se fue con la tradición
El payador elocuente.
Pero siento de repente
Que en esta noble ocasión
Debo hacer una excepción
Para cantar gentilmente
Mis décimas oferentes
Que dedico a Eva Perón.

III

Mas debo con su licencia
O tal vez con su perdón
Reandar la improvisación
Y borrar mi inexperiencia.
Cegado por la impaciencia
Cometí la incorrección
De hacer la salutación
Olvidando en mi imprudencia
De festejar la presencia
Del general Juan Perón.

IV

Él es el verbo mayor
Y usted la mayor templanza:
Él es la punta de lanza
Y usted la punta de amor.
Él es grito de honor
Que hasta el deber nos alcanza
Y usted la mano que amansa
Cuando castiga el dolor.
Él es el gran sembrador
Y usted la gran esperanza.

V

Él es el gran constructor
De la patria liberada
Y usted la descamisada
Que se juega con valor.
Los dos, uncidos de amor
Son vanguardia en la cruzada.
Las masas emocionadas
Al brillo de ese fervor
Han jurado con honor
Morir en esa patriada.

VI

En estilo payador
Canté en su casa, señora,
Con la guitarra sonora
Templada para su honor.
Perdóneme si al favor
De su mano acogedora
Mi pobre musa cantora
No supo cantar mejor
Al estallar con amor
En esta casa, señora.

Eva era un retrato

Nos miras desde el fondo de un retrato
con tu fija expresión de dama antigua,
sonriente y grácil, con la mano exigua
que enlaza el brazo fuerte, con recato...

¡Todo era una ilusión!... Y en el boato
de tu traje de fiesta, se santigua
otra mano de adiós, con esa ambigua,
pálida ausencia que pintó el retrato...

¡Cómo eras feliz!...Con una aureola
de amor y de piedad, te arqueabas, mimbre
que desgajó la furia de la ola....

Y te desdibujaste, dulce y sola,
cuando la muerte, silenciosa urdimbre,
te hizo escuchar su vieja caracola...

En la muerte de Eva Perón



Hoy que entre paños funerarios llega
la noche al sol, la soledad al día,
y de rodillas la melancolía
toda mi patria en lágrimas anega;

mientras, rota su alma, el pueblo ruega
por quien fue la mitad de su alegría
y en túmulos de flores aún porfía
en negarla a la muerte dura y ciega;

¡Canta, corazón mío, sobre el llanto
y haz del quebranto sangre de mi pluma
tú que entre tantos la quisiste tanto;

cercena tu dolor, calla tu queja,
que ya la luna tramontó y hoy suma
su resplandor al sol con que nos deja!

Serenata de la muerte de Eva



Toquen suave, muchachos,
¡porque se siente enferma!
Tiene la frente pálida,
y hoy ha tenido fiebre.
Se desgajó en la lucha.
Miró al azul su flecha
y estuvo en la contienda
del amor, con su gente.
Toquen suave muchachos...
que esta noche la velan
con su oración de siglos,
con su oración de siempre,
los duendes de los sueños
que habitaron la tierra,
y hoy es noche en que todo
se ha llenado de duendes.

¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme,
se han callado los astros
y el reloj no nos miente:
las ocho y veinticinco
de la cita en horario,
la viajera ha venido,
la historia se detiene.

¡Toquen suave, muchachos!
La serenata tiembla
frente al balcón en alto
donde la hermana duerme.
Tiene un suspiro tenue
que se anuda en la trenza.
Le dice adiós un pájaro.
Juan la besa en la frente.
Toquen suave, muchachos,
que el silencio nos duela,
cómo duelen las cosas
que se van y no vuelven.
Pero Ella vuelve siempre,
y ha de volver inmensa
cuando Juan, una tarde de mayo,
nos regrese...

¡Toquen suave, muchachos!
No se olviden que duerme.
Se han callado los astros.

La vida se detiene.

El derecho al delirio



Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuando nació.

El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.

Una invitación al vuelo

Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general, mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la eternidad y del misterio.

La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo que será. Y vaya uno a saber cómo será. Tenemos una única certeza: en el siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos nosotros seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:

el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;

en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;

en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;

los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.

El sur también existe



Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventanas navideñas
su culto a dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
el hambre disponible
recorre el fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras que el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohíbe
con su esperanza dura
el sur también existe

con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
son su gesta invasora
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el sur también existe

con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos sus misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe.

Por qué cantamos



Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida es nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedan sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hace añicos
antes aún que explote la vergüenza

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por que cantamos

cantamos por qué el río está sonando
y cuando suena el río / suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos por el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.

Hagamos un trato




Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Epicedio a un manifestante



era una manifestación cortita por una avenida larguísima
poca gente de pocos años gritando mucho
vos eras uno cualquiera cualquier pañuelo en alto
un cuello cualquiera
desabrochado para gritar mejor

la manifestación pudo llegar hasta cierta esquina
se produjeron varios disparos
se produjo tu muerte
ahora le llaman "se" a los aliancistas
cómo defenderse con un pañuelo de algodón
Corrientes y Esmeralda
esa cruz de asfalto

yo miraba detrás de un cristal
mejor dicho detrás de un cristal y una cortina
a mí me toca una ínfima parte de tu muerte
pero en materia de muerte la menor fracción equivale al todo
es decir te debo la vida
para no pagarte cometo esta felonía
intento sobornarte con este versito