En 1936 Raúl González Tuñón inició la poesía comprometida en la Argentina con "La rosa blindada". De este poemario tomó el nombre una revista de poesía, política y crítica cultural de entre 1964 y 1966, que intentó constituirse en un centro de irradiación político-cultural. Bajo su sello aparecieron discos y libros. Muchos de sus animadores se exiliaron o cayeron bajo la represión militar. Pero ahora, en estos tiempos difíciles volveremos para blindar la rosa...
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Desventuras en el País Jardín-de-Infantes
Discurso de Cooke contra el diario La Prensa
viernes, 24 de diciembre de 2010
Por qué somos peronistas
jueves, 23 de diciembre de 2010
Conversación con el inspector fiscal sobre poesía
Gracias,
no se preocupe,
me quedaré de pie.
Quiero tratar
un asunto bastante delicado:
qué sitio ha de ocupar
el poeta
en las filas obreras.
Igual que los que tienen
tiendas y terrenos
también yo debo pagar
impuestos.
Usted me pide
quinientos al semestre
más veinticinco
por no declarar a tiempo.
Mi trabajo
es igual
a cualquier otro.
Mire
cuántas pérdidas,
cuántos gastos
invierto en materiales.
Usted sabe
naturalmente
eso que llaman rima.
Si la primera línea
termina en "ajo"
entonces, la tercera,
repitiendo las sílabas
debe poner
algo así
como "cascajo".
Si utilizo su lenguaje
la rima es un cheque,
hay que cobrarlo alternando los versos
y buscas
con detalle sufijos y prefijos
en el cofre vacío
de las declinaciones,
de las conjugaciones.
Coges una palabra
y quieres meterla en la estrofa
pero si no entra
y aprietas,
se rompe.
Ciudadano inspector:
le juro
que el poeta paga caras
las palabras.
Hablando mi lenguaje
la rima es un barril
de dinamita,
y la estrofa es la mecha.
La estrofa se consume,
y estalla la rima,
y por el aire y la ciudad
la estrofa
vuela.
¿Dónde hallar,
y a qué precio,
rimas que estallen
y de golpe maten?
Quizá sólo sean
cinco las rimas
increíbles
y sin estrenar, perdidas
más allá
de Venezuela.
Me voy a buscarlas,
haga frío, haga calor,
atado por anticipos, préstamos y deudas.
Ciudadano,
tenga en cuenta
el pago de los viajes.
La poesía
toda
es un viaje a lo desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio
-Un año de trabajo
para sacar un gramo.
Sacar una sola palabra
entre miles de toneladas
de materia prima verbal.
Pero ¡qué ardiente
el calor de estas palabras
comparado
con la humeante
palabra bruta!
Esas palabras
mueven
millares de años,
millares de corazones.
Claro
que hay poetas
de distinta calidad.
Muchos
de hábil mano,
como prestidigitador,
sueltan estrofas de la boca,
suyas y de otros.
Y para qué hablar
de los castrados líricos.
Meten un verso ajeno
y están felices.
Eso es
robo y despilfarro
uno más entre los que azotan el país.
Esos
versos y odas
aplaudidos
hasta la saciedad
entrarán en la historia
como gastos accesorios
de lo hecho
por dos o tres buenos versos
de nosotros.
Muchos kilos de sal
habrás de comer
como suele decirse,
y fumar cien cigarrillos
hasta
sacar
la palabra preciosa
de las honduras artesianas
de la humanidad.
Rebaje por eso
los impuestos,
quítele
una rueda
a los ceros.
Uno noventa
cuestan cien cigarrillos.
Uno sesenta
la arroba de sal.
Demasiadas preguntas
su formulario tiene:
Ha viajado
o no ha viajado?
Y si le respondo
que en estos quince años
he reventado
decenas de Pegasos,
¿qué?
Póngase usted
en mi sitio,
piense en el servicio
y propiedades.
¿Qué ha de contestarme
si le digo que soy
caudillo popular
y al mismo tiempo
trabajo a su servicio?
La clase obrera
vibra en nuestras palabras,
somos proletarios
motores de la pluma.
La máquina
del alma
se gasta con los años.
Dicen entonces:
estás gastado,
fuera.
Cada vez amas menos,
te arriesgas menos
y mi frente
desgastada
por el tiempo no arremete.
Entonces llega
el desgaste mayor,
el desgaste
del alma, del corazón.
Y cuando
este sol,
grande y redondo
se alce
en el futuro
sin lisiados ni tullidos,
ya me habré
podrido,
muerto en una cuneta
junto
a decenas
de mis colegas.
Hago
mi balance final. Afirmo,
y no miento:
entre los vividores
y actuales fulleros
seré
el único
con deudas impagables.
Nuestra deuda
es aullar
como sirenas de bronce,
entre la niebla filistea
y el fragor de la tormenta.
El poeta
siempre adeuda al universo,
paga con su dolor
las multas,
los impuestos.
Adeudo
las calles de Broadway,
los cielos de Bagdad,
el ejército rojo,
los jardines de cerezos del Japón,
todo aquello
sobre lo que aún
no pude cantar.
Al fin y al cabo
¿para qué
tanto jaleo?
¿Para disparar rimas
y atronar con el ritmo?
La palabra del poeta
es su resurrección,
su inmortalidad,
ciudadano inspector.
Dentro de cien años,
en un pliego de papel
cogerán una estrofa
y resucitarán este tiempo
Y ese día
surgirá
con fulgor de asombros,
y olor a tinta
le envolverá en su vaho,
señor inspector.
Usted, habitante convencido
del día de hoy
saque en el Comisariado de Caminos
un pasaje para la eternidad,
calcule
el efecto de mis versos,
divida
mi salario
en trescientos años.
Mas la fuerza del poeta
no estriba
en que le recuerden a usted en el futuro
y se asusten.
No.
Hoy
la rima del poeta
es caricia también,
consigna,
látigo,
bayoneta.
Ciudadano inspector,
pagaré cinco
quitando los ceros que van detrás.
Por derecho
yo
reclamo un hueco
entre las filas
de los obreros
y campesinos más pobres.
Y si usted piensa
que todo consiste
en saber utilizar
palabras ajenas,
entonces, camaradas,
aquí tienen mi pluma,
y escriban
ustedes
cuanto quieran.
El poeta es un obrero
«¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué, versos?
¿Esas pamplinas?
¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!»
Sin embargo
es posible que nadie
ponga tanto ahínco en la tarea
como nosotros.
Yo mismo soy una fabrica.
Y si bien me faltan chimeneas,
esto quiere decir
que más coraje me cuesta serlo.
Sé muy bien
que no gustáis de frases vacías.
Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.
Pero nosotros
qué somos sino ebanistas
que trabajan el leño de la cabeza humana.
Por supuesto
que pescar es cosa respetable.
Echar las redes.
¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión!
Pero el trabajo del poeta es más beneficioso:
la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.
Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos,
donde se forma el hierro chisporroteante.
¿Pero quién
se atrevería a llamarnos holgazanes?
Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua.
¿Quién es más aquí?
¿El poeta o el técnico
que procura a los hombres
tantas ventajas prácticas?
Los dos.
Los corazones son también motores.
El alma es también fuerza motriz.
Somos iguales.
Camaradas de la clase trabajadora.
Proletarios del cuerpo y del espíritu.
Solamente unidos
solamente juntos podremos engalanar el universo,
acelerar el ritmo de su marcha.
ante una oleada de palabras, levantemos un dique.
¡Manos a la obra!
¡Al trabajo, nuevo y vivo!
Y a los que discursean
que se les mande al molino.
¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!
viernes, 17 de diciembre de 2010
Carta de despedida a Fidel Castro
Habana
Fidel:
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
A mis hijos
domingo, 12 de diciembre de 2010
A nosotros la poesía (prólogo a la primera edición de La Rosa Blindada; 1935/6)
El poeta se dirige a la masa. Si la masa no entiende totalmente es porque, desde luego, debe ser elevada al poeta. No se trata de nivelar a todos, por la revolución, en el hambre y la incultura sino en la comodidad y la cultura.
Ahora bien, existe una masa a la que el poeta puede dirigirse y cumplir su misión principal. Está compuesta por obreros que han podido alcanzar ciertos elementos de cultura; por obreros en quienes la sensibilidad, el instinto poético suple la falta de esos elementos; por intelectuales, artistas, periodistas, pintores, maestros, estudiantes que desean la transformación de la sociedad, que abundan y que son también masa.
El poeta no debe, pues, renunciar a ser poeta, pero esto no quiere decir que renuncie a ser hombre. En una época como la que vivimos, intensa, dramática, de negación y creación, el poeta debe estar al servicio de los otros. Si es un poeta auténtico lo hará sin desmedro de los valores poéticos esenciales.
¿Debemos temer al caos nosotros, poetas, nosotros, pensamiento militante? ¿Y el caos actual? Por otra parte será difícil que a nosotros nos aturda el primer manotazo brutal de la revolución. Sergio Esenin y Vladimiro Maiakowski sucumbieron, se eliminaron porque, finalmente, el manotazo los aturdió. A pesar de haber adherido a la revolución la abandonaron para morir voluntariamente. Pero ellos estaban todavía, y a pesar de ellos, con un pie en la burguesía. Habían conocido su veneno. Hay que recordar que otros poetas que siempre habían sido revolucionarios, sucumbieron también porque creyeron que la revolución iba a consagrarlos inmediatamente, a darles en seguida todos los elementos. Unos y otros no comprendieron que lo que estaba aconteciendo en Rusia era más grande que ellos y más grande que la poesía misma o ¡la poesía misma!
Nosotros tendremos la suerte de recibir a la revolución cantando, después de haberla cantado y deseado, sin descuidar la técnica y sin dejar de haber intervenido más o menos concretamente en la lucha.
Aunque de extracción social obrera no tengo la pretensión de ser un poeta proletario. Por otra parte no hay poetas proletarios en los países burgueses. Tal vez no los haya todavía en Rusia porque como ya dijo Lenin el arte proletario deberá nacer de la cultura proletaria, y ésta a su vez, de la revolución en grado avanzado. Pero hay un arte revolucionario o que corresponde al período pre-revolucionario. Y si una pretensión tengo es la de ser un poeta revolucionario, la de haber abandonado esa especie de virtuosismo burgués decadente, no para caer en la vulgar crónica chabacana que pretende ser clara y directa y resulta ñoña, sino para vincular mi sensibilidad y mi conocimiento de la técnica del oficio a los hechos sociales que sacuden el mundo. Sin que lo político menoscabe a lo artístico o viceversa, confundiendo, más bien, ambas realidades en una.
No por eso creo haber resuelto todos los problemas que la cuestión arte-política me ha planteado, pero sí los fundamentales. En este sentido el discurso de Gide en el Congreso de Escritores y los pensamientos de Lenin al respecto me han servido de mucho así como la lectura reciente del libro de Benjamín Goriely Los poetas en la revolución Rusa, que recomiendo a los camaradas que no lo conozcan. Adhiero al discurso “Defensa de la Cultura” porque Gide ha comprendido – y era lógico – los problemas que la pre-revolución plantea al artista y los problemas que la revolución plantea al artista. Porque declara que los intelectuales, si son auténticos, por comprensión de su función histórica y si quieren conservar la herencia cultural y defender la dignidad del pensamiento, deben estar con la revolución. Porque exige un arte de oposición. Porque señala al mismo tiempo el peligro que significa encarar el problema arte-política de una manera simplista. Porque afirma su individualismo y dice que, precisamente por ser individualista se siente profundamente comunista porque sólo la sociedad comunista puede ofrecer al individuo todos los elementos para su desarrollo sin trabas de las diferencias de clase, de la injusticia social. Porque afirma su condición de francés y dice que precisamente por ser nacional se siente profundamente internacional. Porque declara que si hay artistas grandes que no pueden comunicarse con el pueblo es esa una de las causas por las cuales es imperiosa la necesidad de elevar al pueblo al arte y a la cultura y eso sólo podrá conseguirse con la transformación de la sociedad.
Creo que la poesía revolucionaria es auténtica:
1º Cuando poesía y revolución se confunden, son consustanciales, como en el caso de Brecha, Gold, Alberti, Aragón, etc., y, en el pasado, como en el caso de Heine (Los tejedores de Silesia). Es decir, no menoscabando la poesía en sí, haciéndola perdurable por su contenido estético además de su contenido humano. Porque aun cuando las condiciones sociales de vida de los tejedores de Silesia hayan cambiado, el alto dramatismo poético subsiste, la poesía subsiste.
2º Cuando el contenido social corresponde a la nueva técnica. No se trata de negar el proceso poético que, como el pictórico, ha tenido sus etapas creadoras maravillosas – en las que, detalle importante, nunca el arte estuvo desvinculado del hecho social- pero resulta absurdo componer hoy poemas ceñidos a tal o cual regla formal.
3º Pero no hay que confundir técnica nueva con ocultismo poético, travesuras gramaticales, etc., o poemas sin ritmo (que pueden hacerse cuando el tema lo exija como en mi poema “El pequeño cementerio fusilado”, aunque el ritmo existe aquí como el agua dentro de la roca). Porque, generalmente, esa actitud poética que fue una reacción saludable contra el academismo, está reñida con ese ritmo de marcha, de himno –para cantar– que debe tener casi siempre el poema revolucionario. Llamo “técnica nueva” al conocimiento y a la superación de todas las técnicas, a la desenvoltura que nos da ese conocimiento, a la libertad de tonos, ritmos, imágenes, palabras y a lo que siempre tuvieron los poetas de cada época creadora, a lo que sigue la línea poética que nació con la primera palabra pronunciada por el hombre en la tierra: a la personalidad de un poeta.
Si alguien me preguntara ¿qué es la poesía? no tendría mas remedio que contestar: La poesía es la poesía, más el mundo, más el hombre, más el poeta, más la poesía. Si alguien me preguntara qué es un poema, contestaría: Hasta el líder de la llamada “neutralidad” ha dicho que un poema que no contenga nada más que poesía no es un poema. He citado una frase de Valery.
Participé en los movimientos literarios de vanguardia y, sobre todo, el surrealismo contó con mi entusiasmo firme. Fue una manera de evadirse y volver a la multitud, de ganar la calle, de ejercitar valentía, de confesarse, de equivocarse, de reivindicar valores olvidados por la burguesía, de volver a imponer el gesto poético sobre lo prohibido, de ejercitar valentía, repito, para entrar luego de lleno –los que supimos hacerlo– en el drama del hombre y su esperanza, en los anhelos del hombre, en su destino “sobre la tierra”. Por eso puedo decir ahora con Day Lewis que la revolución en la literatura comenzó pero sin una revolución social será fácil y sin trascendencia.
Me parece que ahora hay que hacer poesía revolucionaria. Esto no quiere decir que los demás poetas, si son poetas, dejen de serlo al no sentir la necesidad de expresarse revolucionariamente, en el sentido de la propaganda. Lo que exigimos de ellos es una actitud antifascista concreta, porque el fascismo es el enemigo de la cultura y el arte, tanto como de la dignidad humana. Me parece también que hay que aclarar cuando se habla del llamado artepurismo. Hay dos grupos en esta tendencia: por un lado están los “puros”, los deshumanizados, los nuevos retóricos, cuya obra, abundante en amorcillos, metáfora por la metáfora, discos conocidos, cursilería al revés, tragedias personales sin hondo valor humano, no interesa, no es arte; es subarte, apenas, y por otro lado aquellos que barajan en sus poemas elementos calientes, que hacen no una obra revolucionaria, pero una obra viva, llena de tierra y llanto, cubierta de raíces y de sangre. La posición de estos últimos será discutible desde el punto de vista nuestro, pero es humana y seria. Por otra parte los escritores que no sientan el tema revolucionario serán arrastrados a él tarde o temprano por imperativo de su conciencia misma de artistas. Pensemos en Alejandro Blok. El antiguo poeta puro, el antiguo habitué del Reposo de los Comediantes y el Albergue de los Perros Perdidos se vio, en 1918, frente a la revolución. “En sus poemas –dice Goriely- demostró que hay épocas en que la vida deviene superior a toda poesía, en las que es necesario escribir con simplicidad para llegar a los hombres y aclararles el profundo sentido de los acontecimientos históricos que ellos viven.”
Creo que el de poeta es un gran oficio. (Mientras en los países burgueses los poetas son postergados, despreciados por las clases dirigentes, en Rusia reciben a Pasternak en las fábricas y los koljoses con músicas y flores). Me gusta charlar en cualquier mesa- si delante de una copa de vino, mejor- sobre temas, secretos, hallazgos, desdichas, felicidades, cosas de la poesía y de los poetas. Pero también me gusta estar listo para cuando haya que disparar sobre alguien con un poema o con lo que sea.
Arthur Rimbaud fue la poesía, la gran aventura poética, pero en cierto momento gritó: “¡Cambiad la vida!”.
El inolvidable año 35 (Prólogo a la segunda edición de La Rosa Blindada)
No sabemos qué es lo que queda de La rosa blindada, pero los acontecimientos recientes han reactualizado su contenido y algo continúa vigente: nuestra actitud, en cuanto a esa constante que configura la pretensión de reflejar, de algún modo, el tiempo en que se vive, cuando hechos sociales fundamentales urgen al artista a definirse en cuanto hombre sensible al medio que lo rodea, en lo nacional y en lo universal. Y si es cierto que entre otras cosas no siempre explicables la poesía es el diálogo del hombre con su época, hago mío ese concepto. Pero aclaremos, esa actitud no excluye el otro sentido, la otra constante de mi vida y de mi poesía: los sueños, el amor, la aventura total del espíritu.
Consideramos oportuno explicar cómo y por qué nació este libro. Pasamos en Madrid casi todo el año 1935. Allí, un día, nos presentaron a Dolores lbárruri, dirigente de Pro Infancia, entidad encargada de organizar la ayuda a los huérfanos de los mineros masacrados por las tropas moras y el Tercio Extranjero, por los “galápagos de pellejo duro que no se ruborizan”. Ella nos puso al tanto de algunos hechos que habíamos conocido a través de cables escuetos y detalles de otros que ignorábamos, relacionados con el heroísmo y el martirio de los mineros asturianos.
Tocado a fondo por la magnitud de aquel drama me lancé a la aventura de reflejarlo a mi manera. (En Buenos Aires, al enterarme de lo sucedido a Aída Lafuente, ya había escrito un poema en su homenaje, además del titulado “El tren blindado de Mieres”.) Simultáneamente, creo interesante señalar esto, compuse muchos de los poemas de Todos bailan. Primeros poemas de Juancito Caminador. (Para algunos de los testimonios líricos de La rosa blindada utilizamos la forma del romance clásico, resucitándolo, no a la manera de la magnifica instrumentación y el apasionante clima del Romancero gitano, de García Lorca, sino dándole un contenido actual, entonces candente, alternando con composiciones de otra índole y teniendo en cuenta la definición que del romance hiciera Menéndez Pidal: “Una vieja poesía heroica que cantaba hazañas históricas o legendarias para informar de ellas al pueblo.” Un año más tarde, en la línea modestamente precursora de nuestro libro, fueron publicándose en El mono azul, singular periódico dirigido por Rafael Alberti, los trabajos que luego formaron el Romancero de la Guerra Civil Española.)
Por esos días Amparo Mom y yo éramos parroquianos de la peña de la Cervecería de Correos, presidida por el incomparable Federico García Lorca. Allí concurrían varios poetas: León Felipe, Manolo Altolaguirre, Emilio Prados, César Arconada, Miguel Hernández, Concha Méndez, Arturo Serrano Plaja, Enrique Azcoaga, Pablo Neruda, cónsul de Chile en Madrid, y a veces Pedro Salinas y Gerardo Diego. Integraban el notable grupo varios pintores: Miguel Prieto, Maruja Mallo, el chileno Isaías Cabezón, la argentina Delia del Carril, el arquitecto Luis Lacasa, el cineasta Eduardo Ugarte, el músico chileno Acario Cotapos y otros amigos no intelectuales. (Algunos de ellos fueron devorados más tarde por el exilio o la muerte; vivíamos las vísperas terribles.)
En setiembre de aquel memorable año y pese a la policía y la censura del “Bienio negro”, León Felipe organizó un acto en el Ateneo de Madrid y ahí leímos la mayoría de los poemas de la primera parte de nuestro libro -los inspirados por la insurrección minera-, el cual apareció meses después en Buenos Aires editado por la Federación Gráfica Bonaerense, que esta cosa que hoy suena rara fue posible…
Y allí estaba entre el público, precisamente, el querido Pablo Neruda. Digamos que Miguel Hernández nos había oído discutir con él, cierta vez. Pablo era decididamente antifascista, claro está, y simpatizó profundamente con los mineros astures y los obreros madrileños durante aquellos días de “Octubre rojo”. Sonreía cuando yo le insté a reflejar en algún poema esos sentimientos. (En su revista puramente lírica Caballo Verde publicó, sin embargo, mis versos a los 9 Negros de Scottsboro.) Estaba encerrado en el clima ciertamente cautivante de su Residencia en la tierra, obra que, técnicamente, en plenitud, y luego de grandes aciertos parciales, creemos que no ha superado el notable poeta, quien hoy se repite, envuelto en las redes de reiteradas retóricas. Pero, poeta y hombre auténtico, si Asturias estaba lejos y él necesitaba ser testigo directo, el Cuartel de la Montaña quedaba a poca distancia de su “Casa de las flores” y una mañana de Julio del 36 vio a los milicianos marchar al asalto de aquella fortaleza y abatirla. Fue cuando escribió el primer poema distinto, “Canto alas madres de los milicianos muertos”. Y como nosotros habíamos blindado la rosa, él “blindó el viento” (”…como una cortina de viento blindado”).
Miguel Hernández, precoz autor de dramáticos sonetos de técnica perfecta, de brillante retórica, que a su llegada de Orihuela habíase vinculado al grupo católico de “Cruz y Raya”, comprendió definitivamente aquella noche, en el Ateneo, por qué a veces la poesía deviene un arma… Y cuando en 1937 volvimos a España lo hallamos convertido en comisario político de una brigada; nos leyó varios de sus poemas, también distintos, de Viento del pueblo.
Recuerdo que esa misma noche, a la salida de aquella ilustre institución cultural madrileña, se acercó a nosotros una joven mujer enlutada pidiéndonos copia de La Libertaria, nuestra elegía a Aída Lafuente. Quizá esto explique un hecho conmovedor para nosotros. Dos años habían pasado cuando asistimos a un acto de homenaje a los delegados al Segundo Congreso Internacional de Escritores, en un teatro de Madrid. En determinado momento un coro cantó La Libertaria. No dieron el nombre del autor de la letra. Y eso me pareció entonces algo así como la consagración del anonimato…
Sí, a veces la poesía se convierte en un arma y aun sin que el poeta se lo proponga.
Hace poco, en La Plata, hablando ante un público formado en su mayoría por muchachos y muchachas estudiantes, evocando a los tres mártires de la poesía española, Federico, Antonio Machado y Miguel, citamos un hecho rico en símbolos, y vaya la anécdota para rubricar el segundo prólogo a mi libro: en vísperas de la batalla de Guadalajara, ganada contra las tropas que enviara Mussolini, otros “voluntarios” y fuerzas mercenarias, el novelista alemán Ludwig Renn, oficial de la brigada internacional Thaelman, hallábase en su carpa escribiendo el capítulo de una novela. De súbito sonó el clarín llamando al ataque o vinieron a avisarle, el caso es que, en el apuro -para escribir utilizaba un lápiz largo, como de carpintero-, olvidando tomar el fusil, salió a todo correr de la carpa… empuñando el lápiz a manera de arma.
¡En verdad, lo era! Como también lo era la rosa que un miliciano colocara en la boca del caño de su fusil… Es posible que un día ya no existan fusiles o por lo menos ya no sean necesarios en el mundo de la paz que vendrá, pero como dijo el personaje de Mrs. Miniver, el viejo londinense que de día cultivaba rosales selectos y de noche ocupaba su puesto en una de las patrullas de la Defensa Civil: “Siempre habrá rosas…”
Buenos Aires, julio de 1962
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Perón habla a la Juventud Peronista
5 de junio de 1963.
Mensaje de Juan D. Perón a la juventud del 2000
Decálogo peronista
Veinte verdades peronistas
Carta de Perón por la muerte del Che Guevara
20 de Diciembre
A Néstor Carlos Kirchner
por romper el manto de tinieblas del imperio
y habernos mostrado
el inmenso y hondo sentido de la Patria
Desde el oscuro vientre de la Patria
una lanza salió como un relámpago,
era el Pueblo, la tierra misma en llamas,
eran los dedos en ve y el puño en alto;
era el ama de casa hecha machete,
era el pan que no comió el desocupado,
el alma mineral de los sin tierra,
las golondrinas del pañuelo blanco;
era un grito trepando hasta la aurora,
una ráfaga ardiente de verano,
nuestra sangre corriendo por la plaza,
resistiendo con piedras y con palos.
El veinte de diciembre en las pupilas
brillaron treinta mil soles en alto,
demoliendo los muros de la historia
e inventando el futuro a cada paso.
Mar del Plata, 1 de diciembre de 2010, año del Bicentenario.