Como mono trabajo y pienso, leo, escucho, medito, me cuesta respirar, agarro la guitarra, busco, encuentro, fumo como un animal. Éste es el valor de mi canción. Allí estoy yo subido al micrófono, me suda la camisa, tiemblo de miedo, canto, otros se angustian, aplauden, patean, se consuelan de tanto dolor que han sufrido, no comprenden que de verdad estamos mal heridos, pero comprenden el mío, y me consuelan, ahí me aplaudieron, dijeron qué bonito cómo toca la guitarra, o al revés, qué guitarristas bárbaros, cómo se ve que es un vivo, así cualquiera canta. Esa canción, aquélla, cómo pudo hacerla, cuánto tiempo llevó, quiénes me la indujeron, me la prestaron, me la regalaron, la estaban haciendo hasta que yo me avivé y reuní todos los pedazos, a alguien copió ese llanto, ese odio, aquel perdón, esta pena, esta manera de recordar tanta miseria, las uñas rotas, el desconcierto, la voz, el timbre y el color, mi identidad como mis orejas y las puntas de mis dedos, ¿cómo será la canción? Pensar que se divierte... Cántese una, sude, no importa cuánto cobre, a ver esa flor, a nosotros nos conviene, a nosotros nos consuela, a nosotros nos extraña, nos admira, nos duele, nos deja fríos ¿Cómo será la canción? Pensar que se divierte... Fabrica flores, después las vende, y hasta perfuman a veces.
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