A los americanos que murieron por la cruz, la espada de la conquista y de nuestras peores tiranías
Arcángel protector de los caídos,
arquitecto de la torre de Babel,
tu voz cae deshilada en alaridos...
¡Creo en ti, bello Luzbel!
Desterrado de las rosas y los lirios,
arrancado de tu sueño de doncel,
consumido en sulfúricos delirios...
¡Creo en ti, bello Luzbel!
Hermano de mi pueblo y de mi raza
bendice nuestro pan y nuestro suelo;
no estás solo en tu lucha, hermano mío;
también aquí son muchos los heridos,
son muchos los que mueren desgarrados,
forzados al silencio y a la angustia,
subyugados por hierros y palabras,
arrastrados al sino de la nada.
Inspira nuestra lucha y nuestra alma,
ponle fuego al galope del corcel
de este pueblo arrasado por la calma...
¡Creo en ti, Señor Luzbel!
Enséñanos a amar la libertad,
libéranos del gusto de la hiel
del fruto de la eterna soledad...
¡Creo en ti, Señor Luzbel!
Compartimos tu árida agonía,
morimos cada día sin consuelo,
ahora que señalan nuestras tumbas
con sus cruces tortuosas y sangrientas,
ahora que nos matan nuestro suelo,
ahora que nos niegan las estrellas,
ahora que nos roban nuestra arena,
ahora que gobierna el Dios Supremo.
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