La tierra. Los salarios
El inmenso territorio argentino está casi despoblado aún. Como hay en él una paz suficiente, y una libertad por lo menos escrita, la población rural se densificaría con rapidez si entre los inmigrantes y la tierra no se interpusiese un grupo de poseedores. Ninguna ley facilita el amplio acceso del proletariado a la propiedad inmueble. En la Argentina no sé conoce el tipo del pionero. Los privilegios de la colonización han mantenido, bajo una forma distinta, el viejo monopolio de las mercedes reales. Hay todavía latifundios a las puertas de la capital. La industria ganadera, combinada con la agricultura extensiva, constituye el sistema económico de los estadios primitivos, ineptos a la gestación de una democracia segura. Los hombres, desalojados por las vacas y las ovejas, y paralizados por el aislamiento, no consiguen organizar y poner de pie su derecho a la vida. Era inevitable el desarrollo de una aristocracia de terratenientes, de corredores y de políticos, concentrada en Buenos Aires, núcleo luminoso del cometa cuyo cuerpo sin masa flota entre los Andes y el Atlántico.
Se ha dicho que Rusia es un país de mendigos y de príncipes. Sería tosca exageración afirmar algo semejante de la República Argentina, pero comparad la marcha del salario con la de la renta. La Independencia Nacional brilló desde 1810 para los ricos, mas no para los pobres, sometidos por la ley de conchabos, vigente hasta fines de la centuria, a una servidumbre peor que la del coloniaje, en tanto que enormes feudos eran distribuidos entre los favoritos del poder. Los salarios han sido frecuentemente escamoteados a malsalva, mediante las emisiones de papel moneda, especulación de una minoría. Hoy, gracias a las gabelas y a las tarifas proteccionistas, los artículos de consumo se han encarecido al punto de hacer problemática la suma de los salarios reales. Apenas si ha comenzado a descender el nivel medio del dolor...
Los dos tercios de las explotaciones agrícolas están en arriendo, por lo general sin contrato que asegure a los' arrendatarios el goce de las mejoras que producen y la tranquilidad de un hogar estable. Expuestos a ser inopinadamente despedidos, no se arriesgan a salir de lo provisorio. No habitan; acampan. Se guarecen en chozas de techo de zinc y piso de fango. ¿Cómo se alojarán los simples asalariados del labradío? Son una horda que vivaquea sobre la Argentina. Empujados por lo precario de su situación, más devastan los campos que los fecundan. De aquí el rápido empobrecimiento de las tierras. Raro es el peón fijo que obtiene 40 pesos al mes. Durante una corta temporada los que cosechan el trigo logran 4 ó 5 pesos al día. Bregan de sol a sol, salvo la media hora que emplean en deglutir una bazofia repulsiva y cara. Sitio hay en que ni del agua disfrutan, por ser salobre. Se les ha visto volverse a pie a Buenos Aires. En Australia un esquilador de ovejas duerme en su cama. En la Argentina gana la mitad y duerme en el suelo. Si el 40 por 100 de los inmigrantes, concluidas las labores de la recolección, emprenden de nuevo su costoso viaje hacia la miseria que en Europa les aguarda, es porque en la Argentina no hay para ellos ocupación ni refugios posibles. Son rechazados por una sociedad donde caben y se reclaman brazos sueltos, pero no familias; que alquila el plasma humano, pero no lo adquiere, lo fija ni se lo incorpora. Y no insistiré en los abusos de ciertos ingenios y de los obrajes y yerbales próximos a las fronteras. Allí se estafa al trabajador, de acuerdo con las autoridades; se le tortura y se le caza a tiros cuando intenta huir.
En Buenos Aires el salario normal oscila de 1.50 a 3 pesos. Cincuenta mil obreras se resignan, en su mayoría, a salarios de hambre. Las costureras de blanco, las chalequeras, pantaloneras y afines trabajan 14 y 16 horas diarias para no perecer. Hay aprendizas que se sostienen con cincuenta centavos. El kilo de pan cuesta 0.30, la papa, 0.15, los porotos, 0.25, un repollo, 0.10. La fruta es inaccesible. Los precios de la carne y de la leche se han elevado tanto, que hace poco la Dirección de la Asistencia Pública aconsejaba instalar puestos para venta de carne de caballo, de muía y de burro. ¿Y qué decir de los alojamientos? Los conventillos de Buenos Aires son ya célebres en los anales de la patología social. Tribus enteras se amontonan en pocilgas que rentan 25 y 30 pesos al mes y donde la mortalidad llega al 19 por mil.
Escuchad ahora. Mientras el salario alcanzaba penosamente las cifras que habéis leído., ¿qué sucedía con el valor de la propiedad? En veinte años los latifundios se han valorizado cincuenta veces. Al sur de la provincia de San Luis, por ejemplo, la hectárea valía 0.50 hacia 1895. En 1905, se han vendido más de 24 mil hectáreas a 19.40. Respecto a los inmuebles urbanos, he aquí, entre cien, un diagrama que tomo del doctor Justo, sobre la valorización de la esquina de las calles Balcarce y Chile. La horizontal indica los años, y la vertical el precio del metro cuadrado en pesos oro.
Este violento contraste entre la prosperidad del hombre que posee y la del que trabaja en la Argentina, tuvo que abrir entre ellos un abismo de incomprensión y de odio.
Psicología de clase
El río y los ferrocarriles hacen el drenaje de la dispersa riqueza, condensándola transitoria o permanentemente en Buenos Aires, que es el mercado, el puerto, la aduana; que es la capital, por ser el capital, anexando el gran volante de la administración a la' feria de las vanidades y de los negocios; Buenos Aires, que por ser caja fuerte es tribunal y cuartel; Buenos Aires, alambique céntrico, teatro instructivo de la lucha de clases en la América latina; Buenos Aires, donde los miles que usufructúan el lujo y los cientos de miles obligados a fabricar el lujo y a usufructuar la indigencia, se mezclan unos con otros en la democracia de las calles —la única democracia de estas latitudes—, se aprietan y se frotan, cargándose de una electricidad de venganza... Pero no simplifiquemos tanto; el comercio, las oficinas, el ejército y la iglesia, tienen su proletariado, dependientes, empleadillos, estudiantes-reporteros, acólitos de suburbio, reclutas del fusil y del remo, todo un proletariado que, sea por la esperanza del ascenso, merced al engranaje del escalafón o a la "manito" criolla, sea por natural abatimiento de espíritu, es un proletariado conservador, incluíble como aliado, acaso fiel, en la clase poseedora. Sería injusta una acusación radical de parasitismo. Por más que la actividad de los poseedores, considerada en su complicado conjunto, se encamine a defender y multiplicar la posesión privada, manteniendo en una depresión semiimproductiva a los innumerables no-poseedores, esto no se ejecuta ciertamente fuera de los moldes del trabajo moderno. Los soberbios servicios urbanos, las instalaciones de edificación, de tránsito y de enseñanza, introductoras de la cultura europea y norteamericana, encierran un valor social positivo y absoluto. Son el discreto lastre de la fastuosidad bonaerense, que sólo a los ojos de los turistas y en boca de los empresarios pasa por exponente del bienestar colectivo.
No hay bienestar colectivo. Hay bienestar de una clase, cuyo dogma forzoso es la propiedad. ¿Cómo ha de resistir la mente del propietario a la virtud operatoria de la renta? Ayer poseíais uno, y hoy, sin más molestia que la de cruzaros de brazos, poseéis diez. Es el milagro burgués de los panes y de los peces. "Donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón". El propietario sabe que su alma de oro es inmortal. Sabe que después de muerto y enterrado continuará manejando sus bienes. Los bienes son el bien. La propiedad es Dios. El Banco es el templo. La sagrada escritura económica es el código, que manda al pobre seguir siendo pobre, y al rico seguir siendo rico. Jamás, en ninguna parte, aplicó secta alguna con semejante intransigencia un texto de teología. Los jueces de Buenos Aires han castigado con cuatro años de cárcel a un infeliz que había sustraído un dedal, y con seis a otro que se había apropiado un pantalón. Por robar dos flacas gallinas, se ha dictado recientemente en La Plata una condena a dos años de prisión mayor. Se reserva la piedad para los homicidas románticos y la envidia para los ladrones legales. El ratero hambriento es un can rabioso. No busquéis en la Argentina presidentes Magnaud, que suavicen, al calor de la verdadera justicia, la barbarie anacrónica de las leyes. La pobreza es una circunstancia agravante y una presunción del delito.
Las costumbres están de terrible acuerdo con la ley. La religión de la propiedad se arraiga tanto más en los poseedores cuanto menos religiosos son. El poseedor argentino es ateo; Ja mujer es supersticiosa. Para el uno el vaticano-sensual a la moda es un espectáculo agradable, que entretiene las mañanas como el teatro entretiene las noches. Para la mujer es además un flirt con los fetiches. Al lado de la Virgen de Lujan y de San Expedito, el viejo Cristo enamorado de los pobres resulta un poco anarquista. Hubo que arreglarlo para el uso platense, habilitándole con un pequeño capital. No se concibe un Cristo que no sea, ya que no estanciero, siquiera propietario y conservador. Las casas católicas de este Jesús elegante no se asemejan al establo de Belén ni a los conventillos del Sur. Están copiosamente subvencionadas. Hojead el Diario de Sesiones, y hallaréis a cada rato listas por el estilo de la siguiente:
"La Santa Familia (Banfield), 1500 pesos de aumento en el presupuesto de la Nación.
"Iglesia del Rosario de la Frontera, 25.000 pesos.
"Templo de Belgrano (Santiago del Estero), 10.000 pesos.
"Iglesia de Jujuy, 10.000 pesos.
"San Francisco (Jujuy), 10.000 pesos.
"Obispo auxiliar, 3.600 pesos.
"Iglesia de Santa Rosa, 5.000 pesos.
"Iglesia del Rosario, 5.000 pesos.
"El Carmen (Santa Fe), 5.000 pesos.
"Hermanas Adoratrices (Santa Fe), 3.000 pesos.
"Hermanas Capuchinas (Rosario), 5.000 pesos.
"Hermanas del Huerto (Santa Fe), 5.000 pesos.
"El Huerto (Esperanza), 500 pesos.
"Iglesia de Rioja, 40.000 pesos.
"Sagrado Corazón de Jesús (Rioja), 200 pesos mensuales.
"El Buen Pastor (Catamarca), 7.000 pesos.
"Hijas del Corazón de María, 8.000 pesos.
"Buen Pastor (Córdoba), 8.000 peses...", et sic de coeleris.
Los conventos son industrias dignas de protección. En ellos se cose, se plancha, se guisa, se ordeña, se crían aves de corral y hortalizas y frutas y legumbres, haciendo al salario laico una santa competencia. Están bajo la advocación de patronos que son patrones, y tienen su correspondiente proletariado, con mártires de carne y hueso. De seguro recordáis aquella niña tísica que faenaba en uno de los numerosos "Sacre Cceur". Las hermanas ponían su cuerpecín moribundo en cuatro patas, y le hacían lavar pisos. No olvidemos que la beneficencia, hasta cuando es menos cruel, hace bajar los salarios. Si le regaláis 2, el trabajador a quien se pagaba 5, se conformará con 3. ¡ Triste ley económica, repetidamente comprobada! ¿Triste? Quizá profética. Quizá nos advierte que no son lícitas las ventajas que no se deben al propio esfuerzo y a la propia voluntad. Juzgúese, pues, el alcance de la corriente beneficiencia porteña, pretexto de bailes y quermeses, cuyo vano júbilo empapa de insulto la limosna. Juzgúese de una caridad que, alimentándose de loterías, se prostituye al juego, divinidad menor cuya pagoda —el Jockey Club— es el segundo hogar de todo caballero distinguido. Salvo las erogaciones estrictamente eficaces en su carácter técnico, y que se refieren al servicio de hospitales, no cabe duda que por abaratamiento de la mano de obra o por el mecanismo del azar, las sumas de la beneficencia estrepitosa regresan en silencio a las arcas de donde salen, lo cual acontecería de igual modo aunque no interviniera un clero que, entre otras cosas, se dedica a colocar específicos y a bendecir los perros de los sportsmen millonarios.
¿Será menester anotar que no pinto la excepción, sino los rasgos vulgares? ¡Sublime excepción! El salvavidas de Víale nos consuela de la tragedia ignominiosa en que la oficialidad de un buque náufrago sacrificó a los humildes marineros. La excepción es la que nos hace vivir. La humanidad, en que lo humano es siempre la excepción, se vuelve más exigente, más iracunda consigo misma al volverse más perfecta; de este ideal de perpetua angustia está hecha la majestad de nuestro destino. La estructura argentina habría sido maravillosa hace doscientos años; hoy somos bastante crecidos para decir que es egoísta, mala, feroz, abominable. Por ser mejores nos asiste el derecho de ambicionar, de exigir, de imponer más belleza y más luz.
Las taras hereditarias del poseedor argentino agravan la virulencia de su culto a la propiedad. El latino —ateo, supersticioso o fanático— es mucho más inteligente que el anglosajón —de religiones bajas, compactas y sólidas—. El latino es múltiple, irregular, burlón, escéptico y entusiasta, indolente y convulsivo, ingenioso, embustero. El anglosajón es torpe, homogéneo, unilateral, obstinado, recto, leal. El latino inventa leyes bienhechoras, pero el anglosajón, el que las adoptó sin entenderlas, las adapta y las cumple. El latino imagina la libertad, pero es el anglosajón el que la disfruta. El latino —y el español, sobre todo— es irrespectuoso con las personas, agresivo, inquisidor. El anglosajón se abstiene de molestar a sus conciudadanos. Incalculable trascendencia de tan sencilla actitud: abstenerse —es decir, ahorrar y utilizar las energías que los latinos evaporan en aborrecerse, perseguirse, arañarse e increparse entre sí—. El latino asocia las ideas, pero el anglosajón asocia los hombres. El anglosajón procura obedecer con idéntica solicitud todas las leyes, porque es honrado. El latino obedece unas sí y otras no, porque es tramposo. Así como en España los únicos reglamentos que se cumplen son los relativos a las corridas de toros, en la Argentina las únicas leyes que se cumplen —¡y con qué felina precisión!— son las relativas al confinamiento económico de los desheredados. Las libertades políticas, ilusión, desahogo del obrero tímido, no se han conocido nunca en Sudamérica. De México al Cabo de Hornos reina una tiranía de mercaderes. Entresaco de mis apuntes de actualidad de 1909:
"Ha habido elecciones en Córdoba. Según el telégrafo, millares de ciudadanos se han vuelto a sus casas, imposibilitados de votar. Ha habido elecciones en Rosario. Según el telégrafo, sólo votaron los elementos reclutados por el oficialismo con libretas que se distribuían al montón. Hubo elecciones en San Luis. Según el telégrafo, los votantes fueron citados por el jefe político, que les iba pidiendo el voto. En Buenos Aires la Unión Nacional sostiene la candidatura de Sáenz Peña, y la Unión Cívica sostiene la de Udaondo; las dos Uniones se increpan mutuamente. La Cívica dice que su adversario está a las órdenes del Ejecutivo. La Nacional invoca el caso de Palermo, «en que el padrón original fue hallado por la policía en el Comité de la Unión Cívica, cuyos miembros estaban manipulando a solas las tachas». Cívica, Nacional... ¡a cualquier cosa llaman las patronas chocolate! Manipular tachas... ¿ qué cocina es ésa? El diario más sosegado de la República concluye: «Esto de la compra de votos, y de los registros falsos, y de las canchas de taba adyacentes al comicio, es clásico hasta el fondo de las entretelas». Figueroa Alcorta indulta a un condenado por fraude electoral, y hace bien. El fraude no es un delito, es una costumbre. ¡ Además, el pobre Llames tenía tantas desgracias encima! Era borracho, pendenciero y ladrón. Se ha fallado el proceso contra los ladrilleros: un señor Ferreyra, ansioso de representar a su país, se entendió con la Sociedad Fabricantes de ladrillos de la capital. Ferreyra se comprometía a obtener la modificación de ciertas ordenanzas, y los ladrilleros firmaron el acuerdo siguiente: «Para las elecciones de 1910, cada socio firmante deberá proporcionar al señor Ferreyra diez votantes, o en su defecto abonarle la suma de doscientos pesos para suplir dichos votos». El defensor de Ferreyra estuvo oportuno: «Se trata de un pacto perfectamente legítimo, dijo; este sistema es conocido y practicado por todos los hombres políticos y todos los partidos que aspiran a gobernar»".
Las grandes compañías tienen a sueldo a los caudillos democráticos. El Poder Legislativo y el Ejecutivo son simples dependencias de los Bancos, de los ferrocarriles, de las empresas y de los negocios particulares. La ley social ha sustituido a los jueces, menos plásticos, por los pesquisas. La abstención electoral de los probos es casi absoluta.
A pesar de la tarifa del voto (de 15 a 20 pesos) y de arrearse a las urnas al personal de las reparticiones y los difuntos, no votaron en 1908 sino 25.283 electores y no se inscribieron sino 68.643, para la población masculina de una ciudad de 1.200.000 habitantes. En la provincia se asesina sin mayor tropiezo a los periodistas de la oposición. Los doctores pululan. Los más solemnes plumean sobre acertijos jurídicos o históricos, y van a La Haya a proponer teorías de alto derecho internacional, sin preocuparse de la inhabitabilidad política de su país. Los literatos oscilan de una glacial erudición a un preciosismo importado. La prensa, cuyo mérito se evalúa por lo que pesa el papel de cada número, es un largo índice informativo y comercial, despojado de toda significación elevada, de toda valentía, de toda graciosa sutileza. Es una prensa castrada y gorda como aquellos a quienes sirve; una prensa que se viste del talento extranjero, y que trata las hondas cuestiones nacionales con la hipocresía o el mutismo de las conciencias compradas. Ante la ley social del 28 de junio, que da el supremo puntapié a la Constitución argentina y a las libertades conquistadas en cuatro siglos, entre ellas la de pensamiento y la de imprenta, ¿qué ha hecho la famosa prensa bonaerense? Oponer el impudor de la meretriz o la inercia del cadáver. ¿Qué importa? Por el momento, las cifras de la exportación y de los depósitos bancarios no bajan. Es lo principal. ¿No se opina así en los Estados Unidos? ¿No ha cacareado Roosevelt en el Cairo, en Roma, en Berlín, en París y en Londres que el primer deber del patriota es hacerse rico? Norte América produjo algo más que este infatigable Pero Grullo. Emerson y Whitman fueron norteamericanos. La fase aguda del capitalismo yanqui ha pasado ya. Hay un William James que dice: "¿No sería la pobreza el verdadero heroísmo? ¿No nos representamos lo que era el antiguo ideal de la pobreza: la emancipación de toda ligadura material, la perfecta integridad del alma, el desdén viril de las cosas de la tierra, el derecho de entregar la vida en cualquier instante, sin incurrir en ninguna responsabilidad; en una palabra, la actitud atlética, el alma siempre dispuesta al combate de la vida?... Sucede con frecuencia que el deseo de ganar dinero y el miedo de perderlo son los mayores estimulantes a la cobardía, a la corrupción radical. En miles de circunstancias un hombre encadenado por sus riquezas es forzosamente un esclavo, mientras que un hombre para quien la pobreza no tiene nada de espantoso se convierte en un hombre libre". ¿Cuándo, desde una cátedra universitaria, se dejarán oír estos acentos en Buenos Aires? Los Morgan, los Carnegie y los Rockefeller, vencidos por el nuevo ambiente humano, se avergüenzan de sus millones y los restituyen. ¿Cuándo se les podrá imitar en Buenos Aires sin arriesgarse a la descalificación pública? La Argentina no es aún más que un país decapitado que digiere.
¡Ah, el desprecio del pobre, el asco del obrero, la delicia de atormentar al débil! Por las venas del poseedor argentino corre la sangre torquemadesca de los aventureros que sepultaban a los "infieles" americanos en las minas o los quemaban vivos. Se adora la cruz crucificando al prójimo. Se adora la propiedad expropiando los tuétanos del prójimo. He aquí noticias frescas de la madre España: "4 de junio. — Un obrero se presentó a consultar a uno de los médicos del Patronato contra la tuberculosis, establecido en Barcelona. El doctor que le auscultó notó sobre el brazo derecho un tatuaje representando una alegoría revolucionaria. Los miembros del Patronato y las damas del comité se indignaron y resolvieron hacer desaparecer este tatuaje. Se ensayó inútilmente catequizar al obrero, luego le negaron ciertos alimentos, con lo que se debilitó más todavía. Finalmente se resolvió hacerle una operación sin tener en cuenta su estado de debilidad que hacía imposible el uso del cloroformo. Cuando los médicos le hubieron arrancado la piel, le enviaron en un estado deplorable al doctor Queraltó, que denunció el hecho en una reciente conferencia y ahora es objeto de las persecuciones del Patronato" (Le Matin y otros periódicos franceses). "Tal madre, tales hijos". En la Argentina, donde no hay quien se apasione teologal-mente hasta ese punto, el poseedor o la autoridad grande o chica hace de ortodoxo, y el pobre hace de hereje. Un oficial le atraviesa la ingle con la espada a un conscripto, "porque no marcaba bien el paso". Extracto del informe sobre otro conscripto, Gismani: "Está probado que Gismani padece de una bronquitis asmática crónica... El sargento Pedroza oyó decir durante el descanso, al soldado Gismani, que aunque le dieran de palos no trotaría más por no poder ya hacerlo, y entonces mandó formar inmediatamente y ordenó diversos movimientos al trote... El soldado Gismani, después de dar algunos pasos al trote, terminaba dicha instrucción al paso contestando al sargento Pedroza, que cada vez le gritaba que trotara: «¡no puedo trotar, mi sargento!»" El consejo supremo de guerra sentenció al conscripto Gismani a tres años de presidio, por insubordinación. Del Santo Oficio policial hablaré en seguida. Los inmigrantes son "gringos", "gallegos", acreedores a motes viles y la mofa sempiterna; mientras un capricho de la casualidad no los saque de pobres, estos desgraciados que proporcionan bloques de oro a cambio de un pedazo de pan, no son sino "hijos de la gran puta". En 1890, los "muchachos" de los cantones se solazaban en fusilar metecos distraídos. Mataron así a muchos trabajadores que cruzaban las calles, albañiles en los andamios, etc. Llamaban a tan chistosa operación "cagar gringos". La dorada juventud que se alineaba por las tardes en ambas veredas de la calle Florida para atentar al pudor de las señoras indefensas, acudía por las noches a las casas de prostitución, para destrozar el mobiliario y azotar a las mujeres. Uno de estos "indios", y digo indios puesto que se denominaron a sí propios "la indiada", mató de un tiro de revólver a un niño lustrabotas, porque no le hacía brillar bastante los botines. ¿Impunidad? ¡Claro es! Impunidad —y aplausos sinceros, de añadidura— hubo para los "indios" estudiosos que en Mayo, durante su grotesca cruzada contra la clase obrera, atrepellaron e incendiaron hogares pobres. Estragos son de la codicia disolvente, que nos hacen dudar de la cohesión misma de los poseedores frente a un peligro serio, y del mínimum de solidaridad que se requiere en el caso de un conflicto exterior. No obstante sus Dreadnoughts lucrativos, la Argentina no es temible. Los jóvenes ricos de Nueva York iban voluntarios a Cuba. Al solo anuncio de la guerra con Chile, los de Buenos Aires se escaparon a Montevideo.
Lo que presta un sabor dramático a la escena colectiva es, en los propietarios-dirigentes, su ignorancia de las formidables realidades que les rodean. Ignorancia sentimental en primer término: su género de vida les incapacita para representarse las congojas y las rebeldías del proletariado. ¿Cómo, los que únicamente se apuran por el precio de los automóviles o de los rubíes, comprenderán el sufrimiento del hombre que no puede hacer remendar sus zapatos o de la hembra que no puede ofrecer una taza más de leche a su hijo? Unos cuantos niños ricos remitieron a La Nación ropas viejas para los niños pobres, con esta postdata: "Las que no crea conveniente dar, señor director, úselas para limpiar las máquinas". Los pobres son máquinas. Los ricos presencian la insurrección de las máquinas llenos del estupor con que Balaam oyó hablar a la burra. Para ellos la miseria es un cuadro donde surgen extrañas figuras sin espesor. Hora vendrá en que aprecien todo su siniestro volumen. Examinad en segundo término la ignorancia, menos excusable, de los hechos históricos y contemporáneos. El poseedor argentino ha demostrado que ignora las decenas de millones de obreros organizados para la lucha económica en el mundo, provistos de una doctrina científica y filosófica, un heroico misticismo y un irresistible plan de campaña. Ignora que decenas de millones de obreros están unidos en la convicción de que es indispensable socializar la tierra y los instrumentos de trabajo y suprimir lo que resta del principio de autoridad, rematando el proceso emancipador comenzado hace veinte siglos. Ignora que los doscientos mil obreros de Buenos Aires son una ola del océano internacional. Ignora lo enorme, como el insecto ignora la montaña. En el Parlamento se ha consagrado oficialmente esta ignorancia monstruosa. Se ha votado una ley social sin que un diputado ni un senador haya aducido un argumento de índole social, un dato, una cifra sobre la distribución de la propiedad, sobre los salarios o sobre la renta. "Desde que el anarquismo es un principio según el cual no se conoce ni ley, ni Dios, ni patria —mugió un docto senador— resulta que podríamos compararlo con una reproducción de los antiguos vándalos que destruían por destruir". Nerón y sus amigos creían también que los primeros cristianos adoraban a un Dios con cabeza de burro... Los "intelectuales" han confundido el terrorismo con el anarquismo, revelando que ignoran la existencia del apóstol Tolstoi, del crítico Anatole France, del sociólogo Kropotkin, de los genios y santos anarquistas que son la honra de la civilización. Han revelado que ignoran hasta los recursos del proletariado de Buenos Aires, ellos, que saben el dinero que cuestan las ridiculas manifestaciones pro Sáenz Peña o pro Udaondo, ellos, que han visto mítines de sesenta mil trabajadores bajo la inminencia de las balas. Se figuran que la policía lo remediará, como si se tratase de una banda de cuatreros. ¿Qué es esto? —preguntaba Luis XVI desde la ventana de su palacio—, ¿un motín?" Igual inconsciencia del poseedor argentino ante la más profunda de las revoluciones. Está persuadido de que la humanidad ha alcanzado su meta; de que el orden actual es inmejorable, de que no hay nada que añadir a la historia, de que no queda espacio en que avanzar. Está persuadido de que él es la patria, la sociedad y el planeta, inmóviles en su beatitud de cosas intangibles... E pur si muove! En el fondo del valle florido los falsos poderosos comen y se divierten. Allá arriba, en las ásperas gargantas batidas por la nieve y fecundadas por el cielo, se forma poco a poco el fatal alud de la justicia.
El terrorismo
Un socialismo a la alemana o a la inglesa no era viable en Buenos Aires. La ausencia de sufragio y de industrias fabriles, las razas predominantes en la inmigración, la desnudez del proletariado, el cinismo de los poseedores y la ineptitud incomparable de los gobiernos burgueses acarrearon la "acción directa", desde la huelga a la dinamita.
Los poseedores afirman que el terrorismo es importado. ¿Pero por qué no estallan bombas ni en Inglaterra, ni en Suiza, repletas de terroristas? No. Las bombas estallan donde hacen falta y hay motivo para ello: Rusia, España, Argentina. El credo revolucionario de los pobres no viaja ya en los bolsillos de los profetas. El anarquismo es hoy una atmósfera moral que penetra los últimos escondrijos del globo, y querer detenerlo en la dársena es querer detener el viento. Bloquead Buenos Aires, y le convertiréis en bomba máxima. El terrorismo es obra vuestra, y sea dicho en honor de la Argentina: su anarquismo es argentino, y único fermento de verdadera evolución hacia el bien. ¡Locos! ¡ Dejad a vuestro proletariado, a la sustancia sana y sufrida y valerosa de vuestro país, en contacto con los gérmenes que os trae el mar de otras regiones más altas y más puras! ¡Sed agradecidos con ese inmenso no-yo al cual debéis vuestro ser, con ese extranjero que os ha creado, que os ha enriquecido con su inteligencia y con su carne, que os lo ha dado todo, menos la tierra, y que aun podrá salvaros con sus lecciones de sensatez y de sacrificio!
Vosotros inaugurasteis el Terror con la ley de residencia. Vosotros lo instalasteis con la matanza del I9 de mayo de 1909. Los crímenes de los terroristas son un tenue reflejo de vuestros crímenes. Las gotas de sangre y de lágrimas que os salpican a la explosión de una bomba, ¿qué son junto a los ríos de lágrimas y de sangre que derramáis vosotros implacablemente, fríamente, año tras año, desde que empuñáis el sable, el cheque y el hisopo? Por el asesinato de Falcón, obra de un niño que en vuestras garras está, y por reclamar los trabajadores durante el centenario la derogación de la ley de residencia, habéis encarcelado, deportado, confinado, torturado millares de inocentes, y seguís haciéndolo, seguís hundiendo familias y familias en la miseria y en la desesperación. ¡Deuda tremenda! Hay otros tribunales que los vuestros. Dellepiane caerá como cayó Falcón. Figueroa Alcorta caerá como tantos jefes de Estado han caído, víctimas de la dinámica social. El que a hierro mata a hierro muere. Caerán Maura y Alfonso, expulsados por la época. Caerán, como han caído centenares de funcionarios rusos.
¡Rusia! Vuestra policía, discípula de aquélla, ha reasumido los tres poderes y la entera soberanía de la Nación; prohíbe pensar y hablar, secuestra no sólo los libros liberales, sino los de título sospechoso, aunque sean reaccionarios; ella, el órgano de la traición y de la brutalidad, tiene, como la rusa, su ejército de espías y de agentes provocadores; ella, reclutada en la hez de la República, arresta, pega, manda a presidio, retira de noche los cadáveres mutilados de sus presos, fleta un buque —el Montjuich flotante—, para tirar al agua, con grillos en los pies, a los redentores que la estorban... Sí. Pero, ¿ tiene Dellepiane los medios del zar? ¿Valdrá vuestra Ushuaia lo que su Siberia, y vuestro rebenque lo que su knut? ¿Y qué ha conseguido Rusia? Engendrar los Bakunin, los Tolstoi y los Gorki, iluminar la Europa con las llamas de su hoguera, precipitar el triunfo de la inevitable justicia.
Os cubrís inútilmente de oprobio. Nadie puede impedir el advenimiento del futuro.
A raíz de la bomba del Colón (petardo de pólvora lanzado por la policía) habéis corrido al Congreso, enfermos del pánico más ruin —el del vientre— y habéis votado la "ley social" del 28 de junio. Me repugnaría consignar los aullidos de esas sesiones memorables. Prefiero copiar el texto de la ley para asombro y escándalo del piadoso lector. (Omitimos la transcripción en esta edición por no encontrarla... aún)
¡Oh argentinos! Ante este monumento de sandez o de demencia, en el que no hay ni gramática, los juristas os dirán: "Habéis declarado subversiva la Constitución. La habéis dado el golpe de gracia e inferido los últimos ultrajes. Habéis aniquilado las libertades de pensamiento, de palabra, de imprenta, de reunión y de tránsito que resumen nuestro éxodo del salvajismo. Al poner las conciencias y los cuerpos en las uñas de los esbirros, habéis abolido la dignidad humana. Habéis sentado al verdugo en el sitial del juez".
Y yo os diré que la paz no depende de las leyes.
Los economistas os dirán: "Bajo la amenaza del chantaje de los pesquisas, ningún capitán de buque embarcará proletarios desconocidos. Por lo demás, ni los pordioseros querrán venir a un país que ha retrocedido cuatrocientos años de barbarie. La inmigración cesará, y os arruinaréis".
Y yo os diré que la paz no depende de la riqueza material.
Los patriotas os dirán: "Habéis ensuciado la gloriosa fecha del centenario. La opinión se amotinará contra vosotros en todos los pueblos libres, romperán vuestros escudos nacionales, apedrearán a vuestros cónsules, escupirán vuestra bandera. Habéis hecho algo más que asesinar a un Ferrer, habéis asesinado el honor argentino".
Y yo os diré que la paz no depende de la estimación ajena.
Yo no soy jurista, ni economista, ni patriota; yo, que no soy más que un hombre que conoce el dolor, os repetiré las palabras de nuestro hermano Emerson: "El que hace una buena acción se ennoblece inmediatamente; el que hace una acción baja se disminuye en el acto. El que se despoja de la impureza reviste por eso mismo la pureza. El que comete una hipocresía, un engaño, por eso mismo se engaña; pierde el contacto de su verdadero ser. Nunca el robo enriquece; nunca la caridad empobrece. La sangre derramada cae sobre el matador. Y el que ama y sirve al prójimo, por mucho que se oculte, no escapará por ninguna estratagema a su recompensa". ¿Para qué buscar sanciones aparenciales y lejanas? La sanción es interior y fulminante. En el minuto mismo en que os resignasteis a votar y cumplir la ley social, el alma argentina, dentro de su cascara de oro, se entristeció, se empequeñeció y se arrugó como un fruto seco. Pero la vida es elástica. La realidad es buena. Vosotros sois o seréis buenos, puesto que existís. Dominad los instintos del miedo y de la codicia. Levantad los corazones y las frentes, y vuestras manos manchadas se purificarán.
San Bernardina (Paraguay), julio de 1910